MANO ABIERTA AL HORIZONTE

Amanece temprano y el cielo se muestra cubierto de grandes nubes.
Levantando una mano abierta y colocándola horizontal,
el dedo pulgar a la altura de la línea que marca el horizonte,
más o menos en la parte superior del meñique aparece una banda,
del tamaño de unas cuatro manos extendidas, despejada. En la franja
liberada, tonalidades violáceas y rojizas esbozan objetos mágicos,
desconocidos, que producen emociones optimistas y placenteras. Efectos que el potente globo solar resplandeciente, escondido tras la cortina oscura que forman los
cúmulos, colorea a su antojo para el disfrute de los madrugadores. Esa misma noche, ya pasada, la luna deleitó a los trasnochadores con su figura
amarillenta reflejando el camino hacia la dormida arena de la playa. De vez en cuando, conviene reflexionar apreciando las señales que
marca la naturaleza y que hacen que nos sintamos más vivos (y más pequeños) contemplándolas.