martes, 28 de enero de 2025

BAR VIRIATO. ZAMORA

ADIÓS A OTRO CLÁSICO






El bar Viriato siempre fue mi embajada en Zamora. No fui el cliente que me hubiera gustado ser ya que vivía a más de trescientos kilómetros del Viriato, pero siempre que llegaba a Zamora a ver a mis familiares, lo primero que hacía era visitar a Luis, la mayoría de las veces incluso antes de saludar a los míos. Era entonces cuando una sonrisa sincera y amiga me recibía con un estimulante “bienvenido”. Era Luis, que a pesar de estar agobiado preparando sus maravillosos pinchos o atendiendo a los clientes, no escatimaba ese acogedor recibimiento. Los pinchos eran maridados con un buen vino, casi siempre recomendado por él, y una agradable música de fondo que hacía que estuvieras cerca del paraíso después de una larga jornada laboral y más de tres horas y media de desplazamiento.
Con el Viriato ya cerrado, también hay que recordar a Jose, camarero referente en el local, hice muchas risas con él, su sentido del humor era infinito. Para mi, desde fuera de la barra, un gran profesional.
Llegada la Semana Santa el bar montaba la terraza exterior, que se llenaba con clientes de siempre y visitantes que tiraban de redes sociales e Internet para asegurarse uno de los lugares privilegiados de la ciudad en el buen tiempo. Pero el Viriato tuvo mejores y no tan buenos momentos, siempre estaba a rebufo del tiempo, como tantos otros lugares de restauración, pero Luis era inconformista en ese aspecto "temporal" ya que su trabajo siempre era el mismo, tuviera o no tuviera clientela. Por las mañanas, bastante antes del mediodía, ya te percatabas de que Luis estaba preparando la “picada” al comprobar que la persiana metálica permanecía subida a un cuarto de altura, lo justo para entrar agachado y que no molestaran los curiosos. Sin duda, en ese preciso momento estaría preparando la “mise en place” y las labores de cocinado de las mejores gambas, pulpo, “foie gras”,  timbal de cabracho y gamba o solomillo (  de la mejor ternera zamorana) con boletus , huevos de codorniz, escabechados… para con el mejor pan del mercado ensalzar esas tapas que siempre dije que eran más propias de la cornisa cantábrica que del interior castellanoleonés. En más de una ocasión le dije que tendría mucho más reconocimiento a sus elaboraciones en San Sebastián o Santander que en Zamora.
Las tardes de Nochebuena siempre eran una fiesta en el Viriato, se descorchaban los mejores cavas para premiar a sus distinguidos (y no tanto) clientes. Con el paso del tiempo esa fiesta se perdió, supongo que por una mala utilización de la clientela. 
En los últimos tiempos se notaba desanimo en Luis. La pandemia, la falta de personal y de profesionalidad, que para él era algo innegociable, bajó el listón del negocio, sin embargo, es parte de una vida dedicada a la hostelería, desde un prisma profesional muy avanzado. Por desgracia, las cosas ya no se hacen como antes, como las hacían Luis y todos esos conocedores del gremio que ya son nostalgia y añoranza.
Ahora toca lo mejor, Luis, un merecido descanso disfrutando de tantas cosas que afortunadamente valoras, siempre al lado de esa maravillosa mujer que es Ana. ¡¡¡Salud, compañero!!!

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