martes, 4 de marzo de 2025

MI PERSONAL VISIÓN DE MÁLAGA. 1- TORREMOLINOS


Había estado en Málaga en varias ocasiones, concretamente en la capital tres veces, otras dos veces visité Marbella, dos veces Benalmádena, otra Torremolinos y otra más Alpandeire, en el interior, en la Serranía de Ronda. Por lo tanto, era la décima vez que visitaba la provincia malagueña. De las nueve anteriores,  cinco de esos viajes los hice por motivos deportivos.


La última vez que estuve en Málaga fue en 2008, en Alpandeire, desde entonces no había regresado. Tenía muchas ganas de volver a la capital, así que nos hospedamos en un hotel de Torremolinos, a escasos 16 km, o media hora en coche sin atascos, con unas vistas a Málaga capital, desde un noveno piso, sorprendentes y espectaculares. El Mediterráneo a la derecha, Málaga de frente, a la izquierda el aeropuerto y a la derecha toda la costa del sol oriental: Rincón de la Victoria, Vélez-Málaga, Algarrobo, Torrox y Nerja. Realmente esa visión panorámica era un privilegio.


El primer día de estancia recorrimos el paseo maritimo de Torremolinos (nuestro hotel estaba en la playa de Los Álamos), al este del municipio, hasta La Carihuela, que abarca desde la playa del Bajondillo hasta el Puerto Deportivo de Benalmádena. Varios kilómetros caminando, con unos 24 grados de temperatura a finales de febrero, increíble. La última vez que estuve en Málaga, como alumno de un curso de Unisport, íbamos a comer todos los días a la playa de La Carihuela, a un restaurante de un conocido de otro alumno y amigo. Antes, preparábamos nuestra lancha hinchable y nos introducíamos en aguas del Mediterráneo para darnos unos cuantos baños. Después de casi treinta años de lo que comento lo encontré bastante cambiado y no sé si para bien o para mal, simplemente transformado. En el paseo encontramos una escultura de Gala, la mujer de Dalí, e indagué sobre ello en Internet. 



En la primavera de 1930 Dalí pasó su luna de miel con Gala en Torremolinos, cuando todavía no se había inventado “la Costa del Sol”. Alquilaron una casa con vistas al mar, en un pequeño acantilado entre La Carihuela y El Bajondillo. En una de las dos habitaciones de que disponía la casa Dalí montó su estudio de pintura, su vida se desarrollaba en la terraza y ambos lucían un color muy bronceado debido al aceite con que untaban su cuerpo y que después Dalí utilizaba para impregnar sus obras. El pintor, durante esos meses de estancia, finalizó el cuadro “El hombre invisible” que había empezado a pintar en Carry-le-Rouet. (Leo en un Blog que no es cierto que alquilase una casita, sino que se alojó en el hotel Santa Clara; y que su amigo Hinojosa, que pagó su factura, no recibió a cambio el cuadro que Dalí le había prometido).


Esa misma tarde subimos desde la playa al centro de Torremolinos en un ascensor que cuesta 0,50 euros, evitando así un duro ascenso por unas  escaleras interminables. Había un ambiente tremendo y por primera vez nos dimos cuenta de “la turistificación” de la costa malagueña en pleno invierno. 


Nos llamó la atención los numerosos gays y lesbianas que se veían por la parte alta de Torremolinos. Luego vimos referencias a ello en un pequeño pasaje llamado Begoña. Desde el año 1962 ese vial ha estado lleno de bares de ambiente gay, todas las personas  eran bien recibidas pese a que en España eran años de dictadura. Sin embargo, el 28 de junio de 1969 la policía franquista llevó a cabo una operación represiva que afectó a más de 300 personas, muchos de ellos fueron encarcelados y los extranjeros deportados a sus países de origen. A día de hoy se ha convertido en uno de los paraísos nacionales de vacaciones de las personas LGBTIQ, junto a Sitges y Maspalomas. Un pequeño rótulo, colorerado con la bandera arcoíris, explica la historia de ese pasaje de Begoña en el centro del pueblo.

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