Tras finalizar mi tabla física mañanera, todos los días paseo por una zona que se denomina El Ullal de l'Estany, una laguna urbana en medio de un parque, que forma parte del sistema marjalero de la zona, cerca de la playa del sur de Peñíscola. En la época invernal es un poco anárquica, las palomas invaden las zonas de juegos infantiles y de fitness al aire libre, está lleno de excrementos de los colúmbidos. Suelo pasar por esa zona entre las 9:30 a 10:00 horas y siempre se encuentra en uno de los bancos un indigente junto a su bicicleta y a su perro. El perro está atado y duerme, la bicicleta tiene agregada una especie de caja de madera y varios adornos realizados por él: dibujos con las palabras “love”, “Jesús”… también carteles pidiendo una donación para realizar el camino jacobeo. Casi siempre bebe una cerveza barata adquirida en el Consum cercano. Hay veces que se encuentran con él otro u otros dos indigentes más. Siempre está tranquilo y relativamente limpio, si puede llamarse limpieza a alguien que vive y duerme en la calle. Su cara me recuerda a Chet Baker, su adicción a la heroína y otras drogas lo llevó a entrar y salir de prisión en varias ocasiones, especialmente durante sus giras por Europa en los años 50 y 60. En 1966, cuando fue brutalmente agredido (posiblemente debido a una disputa de drogas) perdió sus dientes superiores, lo que destrozó su capacidad para tocar la trompeta y requirió un doloroso proceso de recuperación y reaprendizaje. Su vida terminó abruptamente en 1988, cuando murió al caer desde la ventana de la habitación de su hotel en Ámsterdam. La autopsia reveló presencia de heroína y cocaína en su sistema, y las circunstancias exactas de su muerte (si fue un accidente, suicidio o si alguien lo empujó) siguen siendo objeto de especulación. Mañana durante mi ejercicio diario pondré a Chet Baker para ambientar con su música ese momento antes de visitar al indigente jacobeo.
Está tarde prepararé vino caliente “Glühwein”, espero que me quede bien y sea la antesala de una nueva Navidad, que en Peñíscola comenzó hace días con el encendido de luces y el mercado navideño. Cuando paseo por allí, por el mercado peñíscolano, me recuerda a Colmar o a Ribeauville en Alsacia (estuve el año pasado visitando los mercadillos de Adviento), ciertamente tiene un sabor y un color muy logrado, pero excesivos visitantes durante los fines de semana.
Seguiré estando atento a lo que ocurre a mi alrededor mientras preparo viaje a la provincia de Alicante. Salud.

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