Dos
niñas muy rubias llamaron mi atención. Desde lo alto no distinguía
si eran gemelas o una de ellas era poco mayor que su hermana. Aparté
el libro que leía, posé las gafas en la mesa y seguí
observándolas. Era una estampa peculiar. Recorrían una plataforma
de madera tropical con dos triciclos iguales. Una manejaba mejor su
vehículo. Ambas vestían el mismo uniforme rosa. Tendrían cuatro y
cinco años, respectivamente. Siempre quise tener una o dos hijas, no
me digan la razón pero por lo que sea me gustan más las niñas que
los niños. Por desgracia se me pasó el tiempo de procrear y, ahora,
de vez en cuando, echo de menos haberlas tenido, lo digo en femenino
como si pudieran elegirse los hijos y las hijas. Por eso, cuando veo
dos hermosas niñas rubias, como las que contemplaba ayer, disfruto
una barbaridad con sus movimientos, sus piruetas, su manera siempre
ociosa y carente de sensación de peligro, de disfrutar la vida.
Normalmente,
fuera de temporada, donde vivo en Peñíscola, se ven pocos niños.
Sin embargo, estos días, de vacaciones en varias comunidades
autónomas, está plagado de ellos. Incluso en mi urbanización,
muchas madres que no trabajan se han quedado toda la semana con sus
pequeños. Algunos padres se fueron el domingo por la tarde y
regresarán el viernes a última hora para recogerlos y regresar a su
localidad de procedencia. Tengo un vecino, de 7 u 8 años, que
también se encuentra disfrutando aquí sus vacaciones. Yo le llamo,
sin que lo sepa, Mowgly, como el niño de la selva. Es idéntico a
él. Todos los días se acerca a la playa dos veces,
disciplinadamente, a entrenar a fútbol. Lo hace con sus padres, uno
de ellos se pone de portero mientras él lanza con fuerza el balón a
la portería. El otro adulto, indistintamente, se coloca detrás de
la portería para recoger los balones que van fuera. Así se pasan
dos horas por la mañana y otras dos por la tarde. Hace unos minutos
he hablado con él, es un gran futbolista para la edad que tiene, le
han hecho pruebas los "ojeadores" del Real Madrid y de la
Real Sociedad. Lo he visto jugar alguna vez y, para su edad, es
magnifico. El típico creador de jugadas, el cerebrito que pasa el
balón perfectamente a su compañero desmarcado. Le he preguntado
cómo le va y me ha dicho que hace unas semanas estuvo jugando con su
equipo un torneo en San Sebastián pero sin buenos resultados.
El
sábado o domingo los niños volverán a irse y todo quedará un
poquito más triste. Yo también me iré de vuelta al trabajo.
Durante los primeros días continuaré, como hago siempre, recordando
éste mismo sonido que ahora escucho del mar algo más alterado que
en días anteriores. Recordaré la luz, una luz que me tiene tan
enganchado: blanca, uniforme, intensa. Mientras escuche los sonidos
envolventes de Teddy Edwards y Houston Person daré vueltas a la poco
probable idea de dar a luz un proyecto que me pilla algo mayor.
Reconvertir, junto a dos amigos de aquí, de Castellón, un lugar a
las afueras de Peñíscola, en algo con la magia de un sello de
prestigio en lo que a restauración se refiere. Me dan todas las
facilidades para hacerlo: capital, diseño y equipo profesional de
garantía, pero… considero mi edad un inconveniente. Nos hacemos
viejos sin apenas darnos cuenta, pensamos ya casi en la prejubilación
y, repentinamente, te ofrecen una opción de futuro que, sin lugar a
dudas, rejuvenecería mi percepción de la vida.
Hablo
de niños, de opciones con responsabilidad, de presente y de futuro,
mientras vigilo las olas del mar y un atardecer que va a ser menos
luminoso de lo habitual. Cuando esté con ustedes, compartiendo mis
impresiones en el blog, significará que todo esto que ahora vivo
será pasado. El presente, el pasado y el futuro están mucho más
cerca de lo que pensamos. El tiempo pasa inexorable, casi sin
darnos cuenta.
1 comentario:
Ya sabes aquello de..
' el horizonte está en los ojos, y no en la realidad'
que dijo no sé quién..
Pero lo sabes, verdad?
PD:
No soy anónimo, soy Onlymary, no me deja comentarte de otra manera:(
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