Ya había publicado en "Escritos en la Cresta de una Ola" una columna de Javier relacionada con Soria http://asfoso.blogspot.com.es/2007/08/javier-maras-y-soria.html.
Hoy, en el País Semanal, Marías vuelve al ataque en su columna "La zona fantasma".
CUANDO UNA CIUDAD SE PIERDE
No es presunción, pero me consta que algunas personas han visitado la ciudad de Soria en los últimos años por las numerosas veces en que la he mencionado con afecto y elogio. A esas personas les debo una explicación, si se han pasado por allí recientemente, y una advertencia a quienes aún tengan pensado acercarse por causa de mis recomendaciones. Tanto apego sentía yo por Soria -lugar de muchos veraneos de infancia- que hace doce años, y tras más de veinte de no pisarla, alquilé el que había sido el piso del gran amigo de mi familia Don Heliodoro Carpintero, quien además, en parte, me enseñó a leer y escribir. Durante este periodo he pasado temporadas en primavera, verano, otoño y en el crudo invierno, y en esa casa, con vistas al precioso parque conocido como la Dehesa, he escrito parcialmente mis últimas cuatro novelas. Ha sido un refugio en todos los sentidos del término… hasta que se ha convertido en lo contrario -un asedio- y me he visto obligado a abandonar la ciudad y ese piso. El último lustro en Soria ha sido insoportable, y casualmente ha coincidido con el reinado, como alcalde, de Carlos Martínez Mínguez, del PSOE -se lo pudo ver a menudo hace unos meses como escudero de Carme Chacón-.
La ciudad ha celebrado siempre unas fiestas largas, de una semana, los sanjuanes, consistentes sobre todo en la murga non-stop (día y noche) que las llamadas “peñas” endilgan a los habitantes con unas monótonas charangas. Bien, uno evitaba aparecer por allí en las fechas correspondientes. Pero en estos últimos cinco años parece que los sanjuanes duren las cuatro estaciones. El pasado otoño la cosa fue notable. Vinieron las fiestas de San Saturio (patrón local), que solían ocupar dos o tres días y ahora se alargan casi siete, y se erigió una carpa estridente en la Plaza Mayor, tan alta como el Ayuntamiento; luego, el puente del Pilar se festejó otra semana, con la ciudad invadida por un “mercado medieval” (ya saben, venta de chucherías y de alimentos incontrolados, de salubridad dudosa). El 22 de octubre, que ya no era nada, fue un buen ejemplo de lo que sucede: a lo largo de once horas -once-, grupos de “dulzaineros” o “gaiteros” atronaron el lugar sin descanso, mientras parte de la ciudadanía disputaba algo semejante a una carrera sin pies ni cabeza y otra parte saltaba sobre colchonetas en una plaza muy céntrica, todo ello acompañado de música y “ánimos” estruendosos por altavoces. Era como si la ciudad hubiera enloquecido. Lo malo es que esa es la tónica general. Teatros de autómatas tocando salsa ocho horas diarias en verano; desde febrero, ensayos de tambores y trompetas para la Semana Santa (qué diablos tendrán que ensayar, si es lo mismo desde hace siglos); bares y terrazas proliferantes, sin control alguno, con la música a tope y sin respetar los horarios (si el dueño del que padece uno cerca es además un malasangre, imagínense la tortura); mastuerzos a grito pelado de madrugada, sin que la policía municipal nunca se inmute; conciertos y actuaciones cada dos por tres en pleno centro, bafles hasta las tantas; botellones en el delicado parque, que queda arrasado; un “trenecito” turístico que recorre la ciudad metiendo más ruido que otra cosa; un sistema de recogida de hojas a mil decibelios… El Ayuntamiento, en vista de que los ociosos juegan sin cesar a la tanguilla en la Dehesa, sustituyó el suelo de tierra o grava por uno de asfalto, gracias a lo cual el estrépito es continuo: clink, clank, clonk, vuelve loco al más cuerdo. Por no hablar de las procesiones, de las que pocas poblaciones se libran en este Estado nacional-católico en el que seguimos viviendo. (Añadan a unas caseras infragaldosianas, esto a título particular mío.)
Por si no bastara todo esto, acaba de comenzar una disparatada y descomunal obra justo al lado del parque (que sin duda se verá muy dañado), para construir un superfluo aparcamiento subterráneo. Existe ya uno a unos centenares de metros, que está siempre medio vacío. La obra del nuevo e inútil (útil sólo para destruir) se prevé que dure dos años, así que échele tres, por lo menos, de zanjas, vallas, perforadoras, tuneladoras, lodo, polvo y árboles muertos. Como para pasear por allí, sin duda. Los sorianos son muy dueños de tener la ciudad que quieran, faltaría más, y a buen seguro están contentos con su alcalde, pues lo reeligieron hace menos de un año. Ahora bien, si antes Soria era un lugar singular, decoroso y digno y con enorme encanto, ahora –cómo decirlo- con su “valencianización” permanente, se ha convertido en un sitio vulgar, como cualquier otro. De la de Machado y Bécquer no queda nada, y maldito lo que estos dos poetas les importan a las actuales autoridades. La transformación es sintomática de lo que es hoy España: si una localidad pequeña, castellana, austera, tranquila y fría se ha convertido en un espacio ruidoso, impersonal y festero (no sé de dónde sale el dinero para tantos “entretenimientos” municipales), da escalofrío imaginar lo que serán otras de mejor clima y costeras. Dejo allí buenos amigos (Ángel, Sol y Alejandra; Enrique y Mercedes; Fortunato y Lourdes y Álvaro; César, y Jesús y Ana; Emilio Ruiz, que murió justo cuando me despedía). Seguiré animando de lejos al equipo de fútbol, el Numancia; los buenos recuerdos de hoy y de antaño prevalecerán sobre los malos recientes, seguro. Pero, así como los sorianos son libres de cargarse su ciudad (desde mi punto de vista), yo lo soy de largarme, aunque con mucha pena. Un adiós significativo.
JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 15 de abril de 2012
Comentarios
Consumimos todas las "modernidades", bajamos al rio, a San Saturio, al tubo, a la herradores,al pantano, a la Dehesa, al lazaro, leemos a Bequer y a Machado, animamos al Numancia,estudiamos fuera (cada vez menos, por una de las modernidades), disfrutamos de Valonsadero y de nuestras ruidosas fiestas, enseñamos las sanjuaneras alla por donde vamos, invitamos a todo el mundo, tardamos el doble en recorrer los mismos km por las carreteras, no podemos coger el tren, nos aburrimos y nos falta el aire alli al mismo tiempo que sentimos el orgullo de la ciudad pequeña. Eso es Soria.
Cómo se nota que algunos no vienen aquí mas que para evadirse de las ciudades en las que viven normalmente, ésas en las que hay trabajo, comodidades y en pocas palabras progreso.
Después de años en los que ni siquiera una persona mayor podía ir más allá de la panadería de su barrio, tenemos "transporte público" y sí, entrecomillado, porque nada tiene que ver con lo que hay en otras capitales de provincia.
Después de tantos años en los que la gente ha estado escapando en cuanto podían a otras ciudades para realizar sus compras porque aquí lo más parecido a un centro comercial que había era un espacio de dos plantas llamado Espolón 10, por fin tenemos un complejo decente en el que poder elegir nuestras prendas, ir al cine o simplemente, pasar la tarde.
Aquí prácticamente no hay trenes; la estación de autobuses parece la de un pueblo de poca monta; las carreteras, que no autovías y por supuesto de ninguna manera autopistas, son precarias en la mayoría de los casos; las posibilidades de trabajar o estudiar son bastante escasas, aunque hay que agradecer a todos esos "sinvergüenzas" que estropean nuestra ciudad con avances, que por fin se construyera un campus universitario medianamente decente.
Me parece increíble que se atreva a criticar las fiestas (cualquiera de ellas) que se celebran en la ciudad. Suciedad y disturbios a parte. Considero que no hay lugar en este país en el que no haya siempre cuatro tarambanas que estropeen el cotarro.
Hace unos años vivíamos condenados al profundo aburrimiento de residir en una ciudad desierta en la que parece que se haya producido un holocausto cada vez que llega el invierno, e incluso en verano, que es cuando la gente huye despavorida a lugares al menos un poco más animados y con mayores posibilidades de ocio.
Quizá sean las obras que estamos sufriendo últimamente debido a la construcción del nuevo parking, la única queja defendible de todas las que se expresan en el escrito, puesto que cierto es, que existe a pocos metros otro parking que no suele estar muy concurrido y que no es el mejor momento para hacer una inversión tan arriesgada.
No creo que nadie mejor que un soriano que haya tenido que lidiar con todos estos problemas durante sus años de vida y los de sus antepasados, pueda opinar mejor sobre cómo se vive aquí ahora y sobre cómo se malvivía antes. Y eso que aún nos queda mucho por hacer y por mejorar.
En fin... Cría cuervos y te sacarán los ojos.
Soria no es un ciudad-retiro espiritual para aquellos que, hartos de su ruidosa, rutinaria e intranquila vida de capital, deseen venir descansar... y que para cuatro días que vienen esperan encima encontrar todo igual, todo muy machadiano no?
A lo mejor Soria tambien se merece evolucionar no?
Le aseguro que si no fuera por su artículo, nadie le hubieramos echado en falta aquí en Soria. TANTA PAZ LLEVE COMO DESCANSO DEJA.
¿Y después esto otro?:
"Si una pequeña, castellana, austera, tranquila y fría ciudad se ha convertido en un espacio ruidoso, impersonal y festero...los sorianos son libres de cargarse su ciudad, yo lo soy de largarme, aunque con mucha pena".
Lo primero hubiera recibido mi respeto, lo segundo merece todo mi desprecio.
¿Alguien ha echado en falta al señor Julián Marías?
Yo no.
Opinión sincera de un soriano que no va a darle más cancha.
El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra,
antaño hubo raído los negros encinares,
talado los robustos robledos de la sierra.
Hoy ve a sus pobres hijos huyendo de sus lares;
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares;
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra.
Es hijo de una estirpe de rudos caminantes,
pastores que conducen sus hordas de merinos
a Extremadura fértil, rebaños trashumantes
que mancha el polvo y dora el sol de los caminos.
Pequeño, ágil, sufrido, los ojos de hombre astuto,
hundidos, recelosos, movibles; y trazadas
cual arco de ballesta, en el semblante enjuto
de pómulos salientes, las cejas muy pobladas.
Abunda el hombre malo del campo y de la aldea,
capaz de insanos vicios y crímenes bestiales,
que bajo el pardo sayo esconde un alma fea,
esclava de los siete pecados capitales.
Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza,
guarda su presa y llora la que el vecino alcanza;
ni para su infortunio ni goza su riqueza;
le hieren y acongojan fortuna y malandanza.
El numen de estos campos es sanguinario y fiero:
al declinar la tarde, sobre el remoto alcor,
veréis agigantarse la forma de un arquero,
la forma de un inmenso centauro flechador.
Veréis llanuras bélicas y páramos de asceta
?no fue por estos campos el bíblico jardín?:
son tierras para el águila, un trozo de planeta
por donde cruza errante la sombra de Caín.
Para empezar cuenta la verdad tal y como es, El mercado medieval está desde la Sra. Encarnación Redondo, luego lleva más tiempo que el que usted dice.
El Sr. Alcalde podrá ir, políticamente, con quien quiera y apoyará según su ideología, sea con chacón, rubalcaba, etc. tendrá libertad como el resto de los españoles, solo que muchos respetamos eso y al parecer a otros les molesta.
En cuanto a las fiestas, las de San Juan siempre han sido así, solo que cada año hay más gente, las de San Saturio son menos católicas y más populares por eso hay más "ruido", pero hasta donde se este es un país laico.
Soria tiene vida y quiere vivir y prosperar, como los demás, y a sabiendas que mucha gente lee sus artículos, ha dado una publicada a Soria que flaco favor hace a unos sorianos que solo quieren seguir adelante y luchar por su subsistencia y por su tierra.
Si no le gusta, porque se ha podido volver intorable con lo que le molesta, no venga, pero no haga mala publicidad de un sitio que le acogió de buen gusto.
Váyase a un monasterio si no quiere ruido, o critique la ciudad en la que vive habitualmente que tiene mucho más ruido e inconvenientes que Soria, y sino ¿porque necesitaba la paz que daba Soria, y que la sigue dando?.
En vez de coger un piso en medio de las obras cójalo en un sitio más tranquilo y sin ruidos como el barrio de San Pedro, y le digo eso también es Soria capital.
Desde mi punto de vista debería pedir disculpas a los sorianos, y sino le gusta no venga, pero no nos falte al respeto.