jueves, 11 de abril de 2019

COMARCA DE SAYAGO

    
Cuando estudiaba en Valladolid, un día me dio por intentar ir al Rally de Portugal. Ya saben, los estudiantes de pelo largo y sus anhelos de conocer mundo (finales de los 70). Como no tenía dinero decidí irme a dedo. Mi objetivo: Oporto. Mi tío Toño  había sido, en sus ratos libres, mecánico  de algunos equipos de rallyes en Cantabria, todos ellos muy humildes, y a veces, solía acompañarle a competiciones próximas a Santander. De alguna  manera fue el responsable de "meterme"  el veneno de la velocidad.
Supongo que tendría en aquellos momentos "saudade" de ver competición en el mundo del motor, y decidí volver a oler esos aromas  de carburante quemado tan especiales. No recuerdo bien los trayectos que realicé pero retengo que hice muchos kilómetros andando por tierras de Sayago. No pasaba por allí, con destino a Miranda do Douro, ni un puñetero coche. Eso sí, el paisaje me sorprendió gratamente por sus  abundantes bosques de robles, alcornoques y encinas... y por sus "cortinas", parte relevante del patrimonio etnográfico de la comarca sayaguesa. Las "cortinas" son kilómetros de paredes que delimitan los terrenos y protegen los cultivos y los rebaños. Es un territorio enormemente agreste en el que abunda la piedra de granito, entre otras. La comarca zamorana  ocupa un territorio de cerca de 1.500 cuadrados en  una población de cerca de 8.000 de habitantes, lo que indica una densidad de población de 5.51 hab/km², una de las más bajas de Europa.
Pasé la frontera andando y cuando atravesé Miranda do Douro,  me recogió una furgoneta que me dejó en el cercano pueblo de Duas  Igrejas. Ya estaba atardeciendo y me acerqué a  la cantina de la estación para tomar algo caliente. Luego busqué uno de esos trenes que están permanentemente aparcados en la vía, saqué mi saco de dormir y me acosté sobre un mullido asiento que nada tenía que ver con las camas de los wagon-lits, tan cómodas ellas. Me despertó el sol recién salido y desayuné en la misma cantina de la estación de Duas Igrejas, mientras pensaba que mi viaje finalizaba en ese pueblo de Tras-Os-Montes. Realmente no tenía un duro, ni tampoco idea de cuales eran las etapas del Rally de Portugal, ni siquiera por dónde pasarían. Esas cosas de cuando uno tiene diecinueve años. 
De vuelta a Miranda do Douro compré un par de botellas de Vinho do Porto que al cabo de unos días cayeron en mi habitación de estudiante del barrio vallisoletano de "La Rondilla". Habíamos quedado para estudiar pero, ni que decir tiene, que nos cogimos un pedal pistonudo. Desde entonces vuelvo con asiduidad a Portugal, a comprar, entre otras cosas el dulce vinito de Oporto... y sigo sintiéndome privilegiado de pasar por esa comarca tan diferente y bella que es Sayago.

1 comentario:

Marino Baler dijo...

Historias de universidad...
Miro atrás, recuerdo las mías, y no sé si tengo el síndrome de Peter Pan o que ha pasado demasiado tiempo.

Saludos

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“¡No hay naciones!, solo hay humanidad. Y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad".   Isaac ...