domingo, 17 de abril de 2022

NOS HAN ROBADO EL OPTIMISMO


Kiev. Foto: Eldiario.es

 

Esta mañana, cuando he ido a comprar el periódico, he rememorado aquellos domingos de hace ya dos años. Entonces, tras comprar el periódico, daba una vuelta a la manzana para pasear cerca de dos kilómetros siempre próximo a mi hogar. Eso no estaba permitido debido al confinamiento pero siempre buscaba lugares que podían ser cómplices si la policía me pedía explicaciones. Paseaba cerca de establecimientos en los que vendían pan o prensa diaria. Hoy lo he vuelto a hacer, ya sin restricciones, y con la mascarilla anudada a mi codo derecho, y he comprobado que en mi corto recorrido poco han cambiado las cosas en estos últimos veinticuatro meses. Las mismas calles, las mismas ventanas, aunque ya han desaparecido los carteles con frases optimistas que se divisaban desde la acera, los vecinos paseando a sus mascotas y la odiosa música, con canciones alegres y ruidosas, que procedía de un ático para intentar levantar el ánimo a los escondidos habitantes de una ciudad extraña. 

 

Dos años más tarde el virus sigue entre nosotros y, además, nos han “colocado” una guerra destructora e inhumana, los precios han subido un diez por ciento mientras que los sueldos siguen congelados y los ánimos siguen por los suelos. Menudo futuro vamos a dejar a las generaciones venideras. 

 

Llegando a casa, al igual que hago siempre, ya había leído la columna de Manuel Vicent, es lo primero que leo los domingos, escribía sobre algunas razones para seguir viviendo y me vino al pelo debido a los pensamientos que me acompañaron en ese efímero paseo. Decía que la vida era un juego al que había sido invitado y en el que el sol salía todos los días, que el viento llevaba las semillas de un sitio a otro y que los árboles y las plantas crecían para gloria de pájaros e insectos, mientras el mar echaba los dados de este juego con cada oleaje de modo que el tiempo se iba y volvía. He de decir que me animó leer sus enseñanzas filosóficas y, una vez colocada la mascarilla en la cara para entrar en mi edificio pensé en el mar que, por suerte, me acompaña ahora con más asiduidad que nunca y en la belleza del campo en esta incipiente primavera. Pensar en ello no me hace más optimista pero me alegra la vista y el espíritu. Mientras tanto muchas personas, que tienen poco que ver con la crueldad de la guerra, viven con terror e incluso mueren  debido a la tiranía de un sociópata nihilista . Entre unos y otros nos han robado el optimismo.

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