viernes, 26 de enero de 2007
REVUELTAS JUVENILES
“Cuando el pueblo se rebela no sabemos cómo podrá volver a la calma, y cuando está tranquilo no comprendemos cómo pueden sobrevenir las revoluciones”. (La Bruyère)
Hace varios meses, en otoño del 2005, hubo una revuelta importante en los barrios periféricos de Paris, habitados casi exclusivamente por inmigrantes. Durante casi un mes se produjeron graves enfrentamientos con la policía, destrozando mobiliario urbano y quemando numerosos vehículos estacionados en la calle. Esa revuelta se trasladó a otros barrios de diversas ciudades francesas, igualmente habitadas por extranjeros, en su mayoría árabes (argelinos y marroquíes) y subsaharianos.
La principal reivindicación era vivir en mejores condiciones. Casi un cuarenta y cinco por ciento de este colectivo está en paro, muchos de ellos han nacido en Francia, tercera generación, pero para nada se consideran franceses. El problema es que cuando vuelven a sus países originarios, casi siempre de visita por vacaciones familiares (si tienen suerte de tenerlas), allí también se sienten extranjeros.
Hace pocas semanas se produjo otra revuelta juvenil en España, concretamente en Alcorcón (Madrid) se desató un sábado una pelea multitudinaria entre un grupo de españoles y otro de suramericanos (Latín kings), que se saldó con tres heridos, uno grave, y siete detenidos. Al día siguiente, un millar de jóvenes protagonizaron una protesta contra las bandas de latinoamericanos e intervino la policía. En estos momentos el incidente ha quedado apaciguado pero la llama continua prendida y en cualquier momento, en cualquier lugar del estado español, pueden brotar de nuevo incidentes de este tipo, a los que algunos denominan brote de racismo.
¿Cuál es el problema de fondo? Más o menos el mismo que el francés, inadaptación por parte de los inmigrantes, intentando desestabilizar el sistema establecido durante tantas generaciones.
Mientras las riendas de la economía la tengan los gobiernos títeres de la clase capitalista, ninguna política social efectiva se hará para los intereses de millones de seres humanos. La pobreza no es patrimonio exclusivo de los países empobrecidos.
Estos incidentes no son casos aislados, cada vez se dan con más frecuencia en nuestra sociedad, pero la juventud no puede estar estigmatizada por esta causa, la economía evoluciona favorablemente, cada vez hay más estudiantes en las universidades, muchas empresas españolas se convierten en multinacionales potentes, los jóvenes cada vez están más preparados. La juventud no es solo violencia callejera es por suerte algo más. Comprobamos que cada vez hay más droga, más consumo, pero también es cierto que se practica más deporte y se hace una vida más saludable.
Todo este preámbulo viene en relación a la última película que he visto. Se titula L´Esquive, traducido al español como La Escurridiza, rodada en 2003 y premiada por la Academia Francesa de la Cinematografía con cuatro premios César (similares a los españoles Goya), como mejor película, director, guión y actriz revelación en la joven Sara Forestier. Su director es el tunecino Abdellatif Kechiche. Es de interés conocer que ese año concurría a los premios César como favorita la película “Los chicos del coro” y “Largo domingo de noviazgo” (del director y la protagonista de Amelie).
La película se desarrolla en un barrio marginal parisino y, curiosamente, no va por los derroteros de la violencia, es una mirada nueva, fresca y entusiasta de una generación de inmigrantes que nos cuentan sus sueños, sus amores, sus inquietudes. En ella se habla de amor y de teatro, este último es el hilo conductor de una relación poco habitual, pero tan intensa y maravillosa como puede ser cualquier otra. Sobre una farsa de enredo del siglo XVIII, el tema de la obra teatral que ensayan los protagonistas, la paradoja de que nuestro origen social puede hacer que muchas cosas las entendamos mal. También es importante la lectura que se hace en su lugar de estudios: casi siempre tendemos a establecer relaciones con las personas que están a nuestro alrededor, de nuestro mismo estrato social, sin poder conseguir una mirada al exterior, máxime si eres inmigrante.
A excepción de la premiada actriz Sara Forestier el resto de actores no tienen experiencia anterior en el cine.
En definitiva, seamos nacionales o inmigrantes, todos tenemos los mismos derechos y obligaciones, similares inquietudes. Los jóvenes, generalizando, entienden el mundo de distinta manera y nunca, sean del colectivo, clase social, color, religión, raza que sean, se les puede medir por el mismo rasero. Ojala impere el sentido común y podamos caminar de la mano hacía un futuro más aperturista, menos conservador y centrado en el bienestar común y la igualdad de oportunidades… pero sin violencia, por favor.
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1 comentario:
Querido amigo:
Aunque hace tiempo que tomé la decisión de no hacer comentarios en los blogs (y aún menos en el mío), quiero agradecerte aquí tus comentarios en mi bitácora y tus menciones en algunos post.
Recibe un cordial saludo.
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