sábado, 12 de junio de 2010

OTRO SAMARUC


La pasada semana quedé por la noche con unos amigos para despedirme de ellos, ya que al día siguiente abandonaba Peñiscola. Los recogí en una terraza de la Plaza Santa María y nos dirigimos a Samaruc. Se trata de un local que se encuentra en la Bajada del Bufador, justo detrás de la muralla que asciende al Castillo. Suele tener música tranquila y su decoración es de influencia Thai. Es un lugar exclusivo y de obligada visita cuando se está en la “Ciudad en el Mar”. En la entrada de Samaruc un cartel indicaba que sentían las molestias pero celebraban una fiesta privada. No obstante, intentamos sentarnos en una mesa grande de la terraza. Durante la tentativa, una camarera, no demasiado educada, nos invitó a largarnos de allí. Uno de mis amigos le dijo que quería hablar con el dueño. A los pocos minutos todo se solucionó y nos sentamos en la mesa. El dueño del local nos explicó que tenían una fiesta privada para 85 holandeses. Iban a estar por España una semana. Habían venido a la boda de una pareja que vive actualmente en Barcelona. El dueño nos colocó un sombrero qué, de alguna manera, era la contraseña de los asistentes. Nos presentó al padre del novio cómo si fuésemos su familia. Desde ese momento fuimos aceptados en la fiesta. El tío de la novia se sentó con nosotros y nos explicó, en un ebrio inglés, algunas peculiaridades de su estancia en España. Poco después, cantamos todos juntos unos desafiantes fragmentos de opera y se acercaron por allí la novia, el novio, la familia, los amigos…
Hubo fuegos artificiales que los asistentes, con trajes de alta costura, disfrutaron al calor de una copa de champán. Incluso participamos como actores en una película que rodaba un profesional del séptimo arte. La música, con mezcla de melodías nuevas y modernas, la amenizó un DJ que se habían traído de Holanda. Durante todo el tiempo que permanecimos en la fiesta recordé otra noche que pasé en Ámsterdam en una celebración muy especial. Ciertamente, perdí la noción del tiempo y del espacio. Todo ello junto a la buena sintonía con los participantes, hicieron que pasara una noche mágica, tal vez por lo inesperado y sorprendente. Miré el reloj y recordé que al día siguiente tenía que madrugar para regresar a Soria. Así que me despedí de mis nuevos amigos y con el sombrero puesto entré en la habitación del hotel que me había cobijado los últimos siete días.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Luis haces que añore el norte con tus palabras y tus escritos y tambien que cada vez que escribes me das lecciones de buena redaccion,exclusividad en el relato y simpatia(es como estar allá mirando todo y sintiendolo).Gracias por tus escritos.Besos.

Unknown dijo...

Hola! para los lectores de est blog quiero recomendarles un sitio en donde podrán encontrar reseñas de libros y eventos sobre cultura que se han realizado. Lo recomiendo.Saludos.

http://www.cultura.unam.mx/

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