Una pareja de generaciones difrentes está tumbada sobre una cama de habitación de hotel. Están vestidos y hablan desordenadamente, ingenuamente; consciente o inconscientemente de esos aspectos que van surgiendo en la conversación cuando se está a gusto, y sin embargo, todas las cuestiones se contestan porque la situación es cómoda, favorable:
-¿Por qué les cuesta pronunciar las erres? (sobre los japoneses) .
-No lo sé, supongo que así se ríen un rato, tienen que entretenerse, solos nosotros no les hacemos gracia.
-El día más aterrador de tu vida es cuando nace tu primer hijo. Tu vida anterior ya no volverá. Luego aprenden a caminar y a hablar, quieres estar con ellos y acaban convirtiéndose en las personas más encantadoras que has conocido en tu vida.
Ambos, occidentales, han coincidido en una ciudad asiática y se encuentran solos a pesar de toda la gente que se mueve a su alrededor. Suele pasar, estamos rodeados de muchedumbre y, sin embargo, cada vez nos convertimos en seres más individuales. La sociedad, cada vez más competitiva, nos obliga a alejarnos de la masa y buscar la intimidad en cuanto podemos.
La escena corresponde a una película escrita y dirigida por Sofia Coppola y los personajes son Bill Murray y una jovencísima Scarlett Johansson. No se trata de una película especialmente ocurrente ni marcará estilo en el séptimo arte pero se deja ver. Es una de esas comedias en las que no te involucras ni te sientes en ningún momento identificado con los actores, cosa algo rara cuando cada vez nos parecemos más, nos hacen ser más iguales. Sin embargo, la comedia va sucediéndose de manera espontánea, analizando aspectos sobre la soledad que con el paso del metraje se va haciendo más compartida. El final es extraño, se ha formado un vinculo afectivo nada pasional entre ambos interpretes y esperas que pase lo que suele pasar en esos casos. Sin embargo…
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