sábado, 10 de mayo de 2008
MÁS TOROS. Manuel Vicent
MANUEL VICENT 04/05/2008
Muchos admiradores de Joaquín Sabina y de Joan Manuel Serrat quedaron pasmados al verlos una tarde sentados en una barrera de la plaza de toros de Barcelona durante una corrida. En esta vida hay cosas que no encajan por muchas vueltas que les des. Uno puede imaginar a Serrat aplaudiendo a Pau Gasol o a Rafa Nadal y oír a continuación Paraules d'amor sin que se te rompa ningún esquema. Pero la profunda sensibilidad de esa canción está a mil años luz de un puyazo que hace correr la sangre del toro hasta la pezuña. A Serrat se le puede perdonar esta caída, dado el amor que se le tiene, siempre que sea por una vez y no más. Tampoco Sabina tiene el diseño taurino necesario para hacernos creer que le gusta más el toro en la plaza que en el estofado. Las corridas se dan a pleno sol y con moscas; en cambio, el enorme talento de Sabina es urbano y nocturno. Sus admiradores le verían mejor de madrugada acodado en la barra de un bar frente a una copa, con un cigarrillo en los labios; nunca con gafas negras, un puro en la boca y los antebrazos en la maroma del callejón. ¿Pero, qué diablos hacían estos dos pájaros en una corrida? A esa hora Sabina debería estar durmiendo, como siempre, para tener la noche fresca a su antojo, y Serrat en aquel momento, tal vez, se rascaba mucho porque le picaba todo. La estética de este país está cada día más alejada de esa fiesta. No creo que un torero pueda ser ya un héroe para un español moderno. Pese a la marea de puyazos, mugidos, estocadas, sangre y descabellos que se nos viene encima, ese mundo pertenece al pasado. La inmensa mayoría de los jóvenes españoles, aunque no sean deportistas, prefiere mil veces un enceste de Gasol que ver a un toro vomitando sangre o les emociona más un revés fulgurante de Nadal que contemplar cómo el torero levanta del rabo a la res caída en la arena. Una amiga argentina me llamó muy acongojada por teléfono para decirme que, haciendo zapping, había visto por un canal internacional a Serrat y a Sabina en una corrida de toros aplaudiendo. Le juré por mi honor que no eran ellos. Al final conseguí que se calmara. Después de insistir mucho la convencí de que había sido una pesadilla.
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5 comentarios:
Y ahora nuestro vecinos franceses están motivadísimos con el auge retomado de los toros en su país.
Saludos,
JP
http://historias-de-jp.blogspot.com
A mí no me gustan los toros; de hecho, nunca he visto (ni en la plaza ni en la tele) una corrida, ni conozco más torero que Jesulín de Ubrique. Sin embargo, tampoco entiendo el fervor antitaurino de algunos, que les lleva a estereotipar a los seguidores de las corridas de toros como si fuesen sádicos psicópatas ansiosos de ver sangre y sufrimiento (en Cataluña, además, algunos añaden el estigma "españolista", ignorando sin ir más lejos que el propio Lluís Companys era asiduo espectador en la Monumental de Barcelona).
Cuando veo las protestas a la entrada de las plazas de toros, me pregunto qué es más salvaje: si ir a ver cómo matan a un animal, o ir a insultar a gente que acude a un espectáculo legal.
C.C. tal vez sea por la tortura que se produce a los animales ¿no?
Yo, como soy Tauro, por principio estoy en contra de la fiesta. Natural, ¿no? :-)
No hay cultura taurina en Chile...de hecho, las corridas se prohibieron en los primeros años de vida independiente y comenzando el Siglo XX ya se habían erradicado definitivamente. Igual, hubo un momento en que me hubiese gustado tener la elegancia de un torero.
Desconozco si Serrat y Sabina son admiradores o detractores de la tauromaquia; pero si fuesen espectadores, ¿eso afecta la calidad musical indiscutible de ambos? Me parece que no. Pero de que algunos dejarían de apreciarles, también está claro...pero es el precio a pagar si no se le puede dar en el gusto a todo el Mundo.
En todo caso, son otros tiempos...será la conciencia animal o qué. Pero el deporte de los toros es tal sólo para algunos. Saludos cordiales.
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