Por motivos laborales, he estado una semana fuera de casa. Siempre recuerdo, cuando estoy cansado por esas circunstancias, a Julián Marías, que en una entrevista, poco antes de su fallecimiento, contestaba al entrevistador, que tan sólo quería que en el otro mundo se encontrara como en su propia casa. Hoy, tras esa fatigosa semana, me he vuelto a encontrar en ese anhelado territorio que es el hogar, y tras una comida casera con amigos, retomaba mi sofá de anestesiantes encuentros, con la placidez de la siesta sosegada, buscando esos efectos propicios para conciliar el sueño. Estaba en ello cuando en la cadena televisiva que emitía imágenes sosegantes, o eso me parecía, tuvo la desconcertante idea de emitir la película “The Doors”, dirigida por Oliver Stone, y, aunque ya la había visto, me dejé seducir por el lullaby (arrullo) del gran Jim Morrison, el retoño del diablo.
The Doors, máximo exponente de la psicodélica de los años 60, irrumpió en el panorama musical en 1965. En 1967, siendo número uno en USA, aterrizan en Nueva York y comienza una ascensión que culminó en julio de 1971 con la muerte en un hotel de Paris de su líder. La película, biográfica, describe la anárquica carrera de Jim hacia la autodestrucción puntuada por escándalos y arrebatos de ira y de pasión que lo abismó en un mundo de sexo, alcohol y drogas.
Entre sus temas se encuentra “The End”, para mi gusto uno de los mejores. Espero que sea de vuestro agrado en esta tarde, para mí, de reencuentros y palpitaciones por recobrar esos instantes que nos aportó una de las leyendas de la música moderna.
1 comentario:
Muy buena elección, esta canción de los Doors tienen ese efecto anestesiante (que no narcótico), quizás sea la cadencia de Jim.
Me encanta The Doors.
Un beso.
Publicar un comentario