Comenzaré mi día por el final.
Mejor así. O distinto, nunca se sabe. Referencias actuales: tumbado en la cama
compartiendo dos sonidos bien confrontados. Más cercano, el sonido de un Adagio
de Haydn con el cello de Jacqueline du
Pré, grabado por el sello EMI en 1989. En el otro rincón del cuadrilátero que demarca la habitación, el
sonido enaltecido de un mar agitado. Sobrellevo ambas resonancias y las
disfruto por igual. Haydn acaba antes el musical encuentro y lo sustituye Köln
Concert de Keith Jarret. El mar persiste con su repetición espontánea y minimalista.
Horas antes de mi derrumbamiento en el catre
disfruté de paisajes mágicos, indiscutiblemente
sorprendentes por las humedades recién llegadas. Nieblas acorralando los
verdes árboles en el “Desierto de Las Palmas”; lluvia pertinaz en la subida al castillo de
Vilafamés; tranquilidad relativa en el humedal de Torreblanca. Cambié mi rumbo versátil,
abandonando la serenidad de mí querido
Voramar en busca de otros placeres que ofrece el interior castellonense, tan
hermoso con las primeras lluvias otoñales. Me dejé llevar de diferentes
emociones fundamentales: la belleza del paisaje
estimulante con las nuevas
sensaciones estaciónales. A pesar de todo ello, eché en falta el café en su
punto del hotel Voramar y las vistas al Mediterráneo desde sus miradores. Recurrente y fundamental territorio ocasional
y persistente.
Me duermo con Madeleine Peyroux
sonando. Añoro, con los ojos cerrados ya,
momentos vividos de palpitaciones revolucionadas. Me despierta un dolor
muscular en la espalda, producido, supongo, por casi nueve largas horas tumbado
y un sueño que pasa por “El Nido” donostiarra. Me asomo a la terraza y el sol
regresa de nuevo. Maravillosa mañana. 25 de octubre y desayunando en bañador.
Disfruto del sol, del mar y sus sonidos imprescindibles y siempre manifiestos.
El día comienza en un estado perfecto cuando acabo de relatar algo que ya es pasado.
1 comentario:
Otoño extraño, verdad?
Afortunado, en ese escenario..
besos
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