domingo, 30 de octubre de 2011

TODOS IGUALES, TODOS DIFERENTES


Desde mi terraza disfruto viendo patinar a una niña rubia de unos trece años. Sube con dificultad una rampa de madera y aventuro que tendrá dificultades al descender. Así es, finalmente, casi con el cuerpo en el suelo, acierta a agarrarse a un cabo que sujeta las estacas de la rampa. Cuando, por fin, toma contacto con el firme, retorna la belleza de su silueta deslizándose como si fuera un querubín. Desvío la mirada y veo otra niña calcada a la patinadora. Es idéntica. Deben ser gemelas. La patinadora se dirige a su gemela y apoya sus manos en la silla de ruedas en la que permanece postrada. Ayudándose de los patines ambas se deslizan a gran velocidad. Sus melenas ondean al viento y las dos comparten un momento íntimo lleno de felicidad. Me impacta la escena. De repente, aparece el que supongo es su padre y recoge con un amor encomiable a su hija discapacitada mientras la más ágil y versátil se dirige a las olas de un enérgico mar. Se ha quitado los patines y ahora, descalza, introduce sus esbeltas piernas en la blanca espuma que forman las olas al romper. La hermana y su padre no la pierden de vista desde la rampa de madera. La escena me hace recapacitar ¿a quién no? Dos muchachas en la flor de su vida demostrándote lo diferente (o lo cruel) que puede llegar a ser la suerte del ser humano. La niña de la silla lleva cubiertas sus piernas por un pantalón de chándal azul celeste. La otra niña, con un pantalón corto vaquero, sin embargo, deja al descubierto sus bellas piernas, tan iguales y tan diferentes de las de su hermana. Mientras juega con las olas, su padre arrastra la silla de ruedas hasta el mar. La niña “en movimiento” hace varias piruetas para disfrute de su hermana. La muchacha impedida no pierde de vista a su hermana mientras su padre apoya la barbilla en la silla y le dice al oído algún secretillo. Al cabo de los minutos todos vuelven al paseo marítimo. La de las piernas al aire vuelve a ponerse los patines mientras la otra ensaya movimientos para desplazar su silla. Pienso en aquella frase que puso de moda una institución: “todos iguales, todos diferentes”. Nunca una frase significó tanto en ese preciso momento que no logro borrar de mi pensamiento.

1 comentario:

Campurriana dijo...

Buen post, Luis. No puedo añadir más.

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