Realizar
una cata a la una de la tarde no es muy
habitual. Máxime si es verano y
entresemana. Sin embargo, mi amigo Manolo, especialista en buenos caldos
riojanos de la zona de Haro, Rioja Baja, trajo de su Miranda natal varias
botellas, entre ellas un Viña Tondonia reserva. Mano a mano, en su terraza con
vistas al mar, nos bebimos casi la botella entera. He de decir que no soy muy
amigo de los reservas de Rioja, prefiero los crianzas, sin embargo el Tondonia,
demasiado frío al principio y sin oxigenar, una vez conseguida la temperatura
correcta, estaba estupendo.
Al
día siguiente, quedamos en mi apartamento, a la misma hora, para hacer lo
propio con un Caro Dorum –Issios- de Toro. Poco antes de la una me encontraba
en la piscina hablando con una pareja de amigos y cuando iba a despedirme
pregunté a Pepe -¿te gusta el vino? explicándole, además, de qué se trataba el
asunto. Una vez aceptada la invitación me acerqué a mi casa a decantar el vino.
A la una en punto Pepe y Manolo estaban sentados en mi terraza hablando de lo
humano y lo divino mientras dábamos buena cuenta de un quesuco de cabra de mi
tierra, Cantabria, chorizo de Soria y otro queso Idiazábal. Bebimos, con ese maridaje perfecto, dos
botellas de Caro Dorum y, a decir verdad, tanto Manolo como Pepe abandonaron mi
casa un poquito, solo un poquito, perjudicados.
Cuando
ya se les había (se nos había) pasado el efecto etílico, ambos me comentaron
que se trataba de un vino extraordinario. Pepe, me comentó que era de tal
calidad que lo podría comparar con el Valbuena de la Ribera del Duero, segundo
vino de la prestigiosa bodega Vega Sicilia. Todo un honor para mí.
La
tercera cata íbamos a realizarla en el apartamento de Pepe pero tuvo que
abandonar Peñíscola, por razones personales, antes de poder hacerla. Ha quedado
pendiente para otra fecha en la que coincidamos los tres. No obstante, tuvo la
generosidad, antes de irse, de regalarme un Cariñena reserva que era el elegido
para la cata.
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