jueves, 11 de abril de 2013

JAMIE OLIVER "THE ANTI-RESTAURANTS"




Ayer estuve viendo por la tele un programa de Jamie Oliver. Es uno de los mejores cocineros de Londres y se hizo famoso internacionalmente gracias a un programa de televisión. Yo lo descubrí, precisamente, en Canal Cocina, hace unos años.  Sus programas eran muy divertidos, saliéndose siempre  de las estructuras habituales.  En ellos, cocinaba en su apartamento londinense e invitaba a familiares, amigos y profesionales que se encontraba por la calle. Su manera de cocinar también era curiosa. Recuerdo que me gustaba mucho la sintonía del programa, estaba compuesta por su grupo musical "Scarlet Division", donde el polifacético Jamie tocaba la batería. Las compras para realizar cada comida las hacía con una moto scooter y siempre tenía productos de primera calidad.
En el programa de ayer, creo que emitido por la cadena televisiva Viajar, visitaba Nueva York.  Se dirigió en el metro hasta la finalización de la línea en un barrio plagado de asiáticos. Ciertamente se trataba de un microcosmos dentro de la universal ciudad de los rascacielos. Se veía como se introducía en las cocinas de los restaurantes y ayudaba (y aprendía) a cocinar los platos más populares. Anteriormente, había visitado la casa de un colombiano que, como tantos, llegó a Nueva York de ilegal pero que gracias a una amnistía del gobierno norteamericano, tanto él como su familia se habían convertido en legales. El colombiano trabajaba por las mañanas de conductor de autobús escolar y por las tardes preparaba, junto a otros familiares, comida para los vagabundos, casi todos latinoamericanos. Jamie acompañó una noche al conductor-cocinero al distrito donde se agolpaban los ilegales para degustar la única comida que hacían durante el día.
Tras esos dos episodios, Jamie visitó uno de los llamados “the anti-restaurants”. Se trata de casas particulares que, sobre todo, las noches de los viernes y sábados, preparan un menú que publicitan en internet. Obviamente se trata de lugares ilegales pero muy populares. Jamie llegó a un portal, llamó al timbre y dos mujeres le dieron la bienvenida. Anteriormente se había puesto en contacto telefónico (o por E-mail) para decirles que le reservaran mesa. Todos tienen unas normas muy personales, pero la mayoría de esos lugares no cobran sino que dejan en un lugar visible una especie de hucha para que cada uno de los comensales introduzca allí su donación por la comida. El caso del anti restaurante que visitó Jamie era diferente  ya que cada comensal tenía que llevar una botella de vino y pagar 45 dólares.
Finalizaba el interesante programa con una especie de compendio de todo lo allí vivido por Jamie. En el piso que compartía, preparó una cena y la publicitó por internet. Pronto se pusieron en contacto con él las 8 personas que correspondían al aforo del comedor. Preparó comida asiática que había practicado en aquel alejado distrito y en los postres informó a los comensales que podían depositar lo que consideraran oportuno. Lo recaudado iría destinado a la fundación que tenía el colombiano para alimentar a los vagabundos.

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