Hoy, por
suerte, he tenido tiempo para pensar, para escuchar música relajadamente, para estar tranquilo, para que el tiempo pase
sin apenas darme cuenta. Comencé la mañana atravesando la ciudad en coche
(cuando me preguntan cuánto consume mi coche en ciudad siempre digo que no lo
sé, conduzco en Soria) y escuchando un programa de radio que hablaba de la
primavera. Mientras lo escuchaba mis limpiaparabrisas separaban los colosales
copos de nieve del cristal.
Entrevistaban a dos mujeres, una era japonesa y otra española,
supongo, relacionada profesionalmente
con la meteo. La profesional se explayó
con datos sobre el día que entra cada estación. Decía que no había nada lógico,
que no era lo mismo la última quincena de agosto en Madrid capital o en parte del Mediterráneo que en el
Pirineo, por ejemplo. La nieve, a seis de abril, daba la razón a la comentarista.
En Soria, en plena primavera, la temperatura era de un grado. Luego habló la
japonesa. Tengo que decir que poco y
con el acento característico de los nipones. Por lo visto, venía de ver los
cerezos en flor que anuncian que la primavera ha llegado. Por cierto, según
decían en la emisión, en Asia el primer árbol que florece es el ciruelo y los
chinos se han apoderado de él para simbolizar la primavera. Los japoneses, para
diferenciarse de los chinos, han acogido, sin embargo, el cerezo para
representar la estación anterior al verano.
Y, aunque,
normalmente la floración de algunos árboles frutales llega cuando entra la
primavera, entre el 20 y el 23 marzo, últimamente veo los cerezos, y otros
frutales, en las proximidades del Mediterráneo llenos de flores, rosas o blancas, a finales de enero.
No cabe duda que la primavera es casi eterna por aquellos lares.
La primavera
se ha encharcado y parece que el invierno no ha acabado de irse, no obstante,
me gusta la idea de meterme en casa, ver nevar desde la ventana mientras
escucho la seis de la BBC por la radio, leo un libro y preparó algo para picar
acompañado de un vinito de Oporto. En invierno, cuando voy a trabajar y el día
es así de triste digo para mis adentros: “hace un día para quedarse en casa y
no salir”. A mi, que durante casi veinte
años no he parado de viajar todos los fines de semana, muchas veces me apetece
precisamente eso, disfrutar de la intimidad que te ofrece tu vivienda, cobijado
por una buena calefacción y mejores viandas. Siempre recuerdo que en la última
entrevista que leí antes de morir Julián
Marías, decía: “ojalá en la otra vida me encuentre como en mi casa”. Quién me
iba a decir a mi hace unos años que sería tan casero.
4 comentarios:
Claaaaaro...
viandas y vinito.....:))
Hace años que estoy apuntado al género 'casero'. Mi sábado por la noche perfecto es con palomitas, un pack de seis cervezas, algún que otro cigarro, una película e internet.
Saludos.
No sé si te llega el comentario o si es tarde; si sé que a mi me gusta mucho dialogar, emprender, ilusionarme. Un sin fin de cosas... Pero la vida me ha enseñado a valorar que, lo sencillo es lo válido.
Me encanta salir de vez en cuando y disfrutar de la buena gente pero, me gusta disfrutar durante más momentos de mi casa y de la humildad de las personas sencillas.
Eres muy bueno... lo sigo diciendo.
Nunca dejes de hacer magia.
Pues claro, marionly, viandas y vinito!!!!!
Gracias, siempre, por tus comentarios, Marino.
Seguiré, intentando hacer magia para personas como tú, Nube. Gracias.
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