Cuento con el que participo en un Certamen Internacional sobre el circo.
TÍTULO: “El mayor
espectáculo del mundo”
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Por aquel entonces tenía cinco años y un dominio
normal del idioma para su edad. Desde que llegó de su país de origen pocas
cosas le habían impactado tanto como la visión de aquella gigantesca “tienda de
campaña” plantada en el parque cercano a su casa. Nada más verla preguntó a su
mamá qué era aquello. Paciente, su madre le explicó que se trataba de un circo
que iba recorriendo el país para entretener a todos los niños. Tirando de su
mano, quiso arrastrarla hacía la proximidad de las lonas, los gigantescos
vehículos y los animales que permanecían encerrados tras gruesas barras de acero. Su madre le
prometió que al día siguiente sacarían
las entradas para adentrarse en la magia de los trapecistas, payasos,
acróbatas, magos, adiestradores de animales…
Eduardo esa noche durmió mal, tuvo algunas
pesadillas. Soñó con su tierra de origen, China y con la disciplina, casi
militar, a la que fue sometido durante
los tres primeros años de su vida en el orfanato de su ciudad natal.
Curiosamente, durante la jornada siguiente, participaría de uno de los
espectáculos más antiguos del mundo que se guiaba, en la mayoría de sus
funciones, con la misma disciplina que
le aplicaron a él por entonces. Ni imaginaba que los animales, los trapecistas
y los acróbatas debían practicar varias horas, a diario, para entretenerle a él
y a sus compañeros. Cuando despertó, un poco tarde ya que era sábado y no había
colegio, corrió hacía la cocina para recordar a su madre que tenían que ir al
circo como ella prometió la jornada anterior. La madre preparó el desayuno
mientras se proyectaba en el televisor una película de video que sacó prestada
de la biblioteca. Eduardo se fijó en la cajita que contenía la cinta y leyó
despacio, “El ma-yyyoooorr
es-peccc-tá-cu-looo de-el munn-do: EL CIRRRR-COOO”. Desayunó con mucha
parsimonia mientras disfrutaba emocionado de las artes circenses. El documental
duraba tan sólo media hora y repasaba, de manera somera, las principales
expresiones artísticas, haciendo hincapié en los animales salvajes y sus cuidados.
También recordaba los circos más importantes: Cirque Du Soleil (Canadá); Circo
Sarrasini (Alemania); Circo Price (España); Circo Padilla-Ledezma (México y
USA); Circo Hermanos Gasca (Perú); Circo Taconhy (Argentina) y Circo Ruso
(Rusia), entre otros… y se completaba con fotografías de Charlie Rivel
(payaso); Alfredo Codona (trapecista); Eduardo Cardenal (equilibrista); los
famosos payasos de la tele: Gabi, Fofó y Miliki; los Hermanos Tonetti…
Hasta que llegó la hora de ir al circo el día se le
hizo eterno. A eso de las cinco de la tarde vinieron a recogerlos su tía
Castora y su primita Irene. Eduardo se endosó sus mejores galas para la
ocasión, dirigiéndose, los cuatro, andando hasta el parque cercano donde se
encontraba instalado el CIRCO ITALIANO. Irene y Eduardo no perdían ripio de
nada de lo que pasaba en ese fantástico lugar, quedando fascinados por un
payaso con una hinchada nariz roja que repartía tarjetas del circo. Castora y
Marta, su madre, compraron dos manzanas caramelizadas y dos nubes de algodón de
azúcar. Eduardo era el niño más feliz del mundo en ese instante.
Precisamente, lo que más le impactó de lo que vio esa
tarde de sábado fueron los payasos. El espectáculo mezclaba diferentes gags
humorísticos, finalizando la actuación con una llamada para acabar con el hambre infantil en el
mundo. Eduardo, emocionado, con las lágrimas recorriendo sus mejillas, aplaudió
hasta que el dolor de sus pequeñas manos no permitieron más. A la salida del
espectáculo dijo a su madre que de mayor quería ser payaso. Un payaso con ojos
rasgados y un corazón tan grande como el poder de comunicación que tiene el
circo.
En la actualidad tiene cuarenta años y dirige el Circo “El chino filipino”. Durante el año recorre el sur de Europa actuando de payaso, salvo en invierno que visita, en solitario, los rincones más recónditos de África. Allí, lleva a los niños alegría, ilusión y camiones de comida donados por los visitantes del circo en su gira europea. Es feliz con lo que hace y nunca olvida su pasado en aquel siniestro orfanato del sur de China.
En la actualidad tiene cuarenta años y dirige el Circo “El chino filipino”. Durante el año recorre el sur de Europa actuando de payaso, salvo en invierno que visita, en solitario, los rincones más recónditos de África. Allí, lleva a los niños alegría, ilusión y camiones de comida donados por los visitantes del circo en su gira europea. Es feliz con lo que hace y nunca olvida su pasado en aquel siniestro orfanato del sur de China.
8 comentarios:
Que historia tan bonita y que hombrecito tan bueno. Me ha emocionado. No digo más, tan solo... a veces siento demasiado cerca de mi corazón los sentimientos.
Un beso.
Precioso relato,
tanto, que al final he creído la historia..y he estado a punto de buscar 'El chino filipino'..
Besos
Pensé que no iba a interesar a nadie. Mil gracias y mil emociones.
El chino filipino está basado en un personaje muy querido... Pero es fantasía, claro. Gracias y besos.
Fantástico, un final sorprendente. Mucha suerte en el concurso.
Saludos.
Yo me lo había creído. Pero... ¿Que importa?. Emocionaste mi corazón, y creo que no debes de dejar de crear ilusión y mágia jamás.
Si personas como tú llenan de encanto el mundo llegaremos a algo un poco más sensato...
Me gustaría que jamás nos robes la oportunidad de leer tu corazón.
Un beso.
Nube, otra vez gracias, intentaré no dejar de emocionar. Mi mundo, de alguna manera, es un compendio de magia e ilusión, siempre estoy haciendo malavares. Seguiré en ello.
Marino, mil gracias, el resultado en el concurso es lo de menos... mi premio es contar con vuestro incuestionable apoyo.
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