lunes, 18 de diciembre de 2006

CALI EN ESPAÑA


Esa tarde hacía un frío que se colaba hasta lo más hondo del cuerpo, había venido de repente y se notaba que las cumbres más cercanas tenían nieve. No se podía pasear por las calles de Zamora y decidimos tomarnos unos vinos, acompañados de buenos pinchos, en los numerosos bares que a esas horas de la tarde eran visitados por los que tienen por costumbre deleitar el paladar.
No había tanta gente como solía ser habitual un sábado y eso nos congratuló, lo normal en esos días es buscar sitios alternativos donde poder disfrutar con tranquilidad de una charla sosegada. Decidimos ir a un lugar donde tienen un pincho único y que lleva el nombre del bar. Nos gusta ir porque hay poquita gente y el trato es muy profesional. La camarera estaba en manga corta y sabía, por otras veces que había visitado su bar, que era sudamericana, así que le dije: con el frío que hace vas muy poco abrigada, y además por tu acento tan dulce creo que eres caribeña, ¿cómo puedes soportarlo? Ella desvió hacía un lado la mirada y me respondió: soy colombiana. Como un resorte solté: ¿de donde?. Ella sonrió y dijo: de Cali.
Aquí todo cambió. Le explique que había estado diez días en su ciudad impartiendo unos cursos en la Universidad del Valle y a ella se le iluminó su bonito rostro. Nos hizo participes de su buena educación en lo que al tratamiento del idioma se refiere, (algo habitual en los colombianos) y para comprobar si tenía una educación
medianamente adecuada le expliqué que había visitado un lugar maravilloso, un rincón en donde un escritor muy famoso (fingí no recordar su nombre) había escrito María. –Ah sí, ¿una casita blanca al lado de la montaña? –Esa es, sí, respondí. Reaccionó como si se perdiera dentro de la barra, buscando algo olvidado o que no encontraba, y en un abrir y cerrar de ojos se acercó y me dijo: Jorge Isaacs. Prueba resuelta, pensé, esta chica promete.

El padre de Jorge Isaacs fue propietario de la hacienda llamada “El Paraíso” y será el escenario principal de la obra más importante del escritor, su novela María. El Paraíso, que tuve la oportunidad de visitar, está conservado hoy día como museo, y cuando estuve allí tuve ocasión de tomar un café con la persona que lo dirigía, una mujer muy amable y que conocía a mi acompañante. Al despedirnos de ella nos dirigimos a una piedra enorme que escalamos, resbalando más de una vez. Cuando coronamos su cima mi compañera me pidió que solicitara un deseo. Yo pedí volver a Cali… todavía no se ha cumplido el deseo, pero tengo la seguridad que se cumplirá en breve.

Al poco tiempo llegó otra chica, muy bella como casi todas las caleñas, y me la presentó. Le dije que era muy guapa y ella, acostumbrada al piropo, no se inmutó, respondió que todas las caleñas estaban consideradas como las más bellas del sur de América. Luego pasó otro tipo por allí y me señalaron: -este señor es de Pereira.
Nos despedimos y prometimos volver a hablar de su tierra,
- da gusto oírle hablar a usted, no todo el mundo defiende nuestra querida Colombia, y lo que más molesta es que sea por desconocimiento y por esas infames noticias que recorren las televisiones.

Su tierra es una delicadeza, es un paraíso como el de Isaacs, sus habitantes son atentos, humildes, trabajadores y educados. Vivir a su lado hace que te sientas en el mejor momento de tu vida. Colombia es una sensación de colores, matices,
aromas, amistad y sentido de la libertad que muy pocos países pueden ofrecerte. Es un país virgen y ahora, en este mundo, es el mayor valor que se puede ofrecer.

Esa noche no dormí eran tantas las emociones producidas que recordé, paso a paso, todas las experiencias que viví (que fueron muchas), lo que allí aprendí y esas pequeñas cosas que hacen que la vida tome un cariz diferente, algo que te hace ver que has estado ciego hasta que conoces Colombia y los colombianos.

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