miércoles, 27 de diciembre de 2006
COMPRAR EL PESCADO EN NAVIDAD
No cabe duda que ser de puerto de mar imprime un carácter especial y es, a todas luces, motivo de gran orgullo. No obstante, en días tan señalados como el de hoy, previo a la Navidad, tus familiares de tierra adentro te convencen para que seas tú el que vaya a comprar todo lo relacionado con el pescado, crustáceos, moluscos… y a mi, me irrita hasta la saciedad al saber que ese día tengo que madrugar un poquito más de lo que me gustaría, máxime si es periodo de vacaciones.
Pero bueno, hago de tripas corazón, me sobrepongo a las adversidades y salgo a la calle con el tiempo suficiente para llegar antes de que abran el supermercado que mejor pescado ofrece en la ciudad de interior. Es curioso, hoy he tenido más suerte que el año pasado por estas fechas, el termómetro marca tres grados bajo cero (el año anterior marcaba a la misma hora siete bajo cero). Tiritando y muy abrigado espero en el interior de mi coche a que falten pocos minutos para abrir. Pero es demasiado pronto, falta más de media hora y aprovechando este maravilloso tiempo, brrrrrrrr, doy un paseo para estirar mis articulaciones obstruidas debido al frío. Cerca del hipermercado oigo una música inhabitual a esas horas tempranas. Se trata de una discoteca que todavía permanece abierta a las nueve de la mañana y, como si de una alucinación se tratara, veo a una chica en tirantes, totalmente escotada, hablando por teléfono a la puerta. Maldigo mi suerte de persona mayor abrigada al máximo y me dirijo como una exhalación a la puerta del supermercado, están a punto de abrir y tengo que enfilar por el pasillo como una estrella fugaz en busca de un número que atesorará mi rapidez.
Y es curioso, cualquier persona sirve, sea de mar o de interior, para adquirir un pulpo cualquiera, elegido al azar, pedir un rodaballo bien grande o solicitar a la madrugadora dependienta una pieza precisa que está expuesta en el amplio mostrador teñido de una capa magistral de hielo recién colocado.
Luego, en la cena, recuerdo vagamente los detalles de mi destino en este día, y rehuyo cualquier insinuación acerca de lo bien que he elegido las especies de mar. Ciertamente lo realmente acertado no ha sido la elección sino la manera de preparar el plato, pero mi familia, agradecida por mi acierto no para de lanzar buenas intenciones acerca de lo mucho que sé sobre todo lo relativo al mar y sus frutos.
Mientras tanto recuerdo a la chica de la discoteca y hago un ruego para que el año siguiente se cumplan mis solicitudes y siga mejorando la temperatura, aunque tal vez cambie mis costumbres y vaya un poquito antes a calentarme junto a esas chicas de tirantes que no tienen como obligación comprar el pescado en Navidad.
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