viernes, 10 de diciembre de 2010

SOBRE EL TERRENO


La lluvia caía tensamente, según el libro que leía y trata de Vietnam y la guerra de independencia sobre el yugo colonial que supuso Francia. Sin embargo, en ese instante, me encontraba cara al sol (con perdón) desprendido de casi todas mis prendas de vestir. Recordaba que la vida es lo que va pasando mientras nos empeñamos en hacer otras cosas y no hacía más que dejar que pasara sin oponer resistencia alguna. El día anterior me había acercado, dando un largo paseo, al castillo, suponiendo que estaría instalada la exposición con las fotografías finalistas del Concurso Lluís Oms, cuyo jurado ha tenido a bien elegir una fotografía de mi autoría, pero, por lo que me hicieron saber, todavía no se ha inaugurado. Aproveché, ya que me encontraba allí, en lo más alto de la Ciudad en el Mar, para visitar la Taberna “Ánfora” de Molinos y Dani. Por suerte sólo éramos tres parejas en el restaurante, así que me deleité con la seleccionada música de jazz que sonaba. Allí comes lo que han pescado el día anterior. En esta ocasión “galeras ahogadas” (la galera siempre ha sido conocida en la zona como el langostino de los pobres), patatas con pulpo (lo bordan) y un caldo con patatas, pescado y marisco. Mientras esperas a que te sirvan puedes curiosear todos los motivos marinos, en su mayoría antigüedades, que adornan las paredes. Escrutándolo, observé una foto de Molinos con el artista “del terreno” Ripollés . Molinos me contó algunas anécdotas y curiosidades sobre tan peculiar artista que no desvelaré para preservar la intimidad de ambas personas. Después del café nos obsequiaron con unas rosquillas caseras y un porroncito de una especie de mistela, muy bien aderezada, con un regusto (o retrogusto) a anís. Con el bandullo lleno y una temperatura muy alta para diciembre, pasaba de veinte grados, y viento sur di un paseo muy gratificante durante los tres kilómetros que separan el Castillo, y su fortaleza, de mi hogar. Luego, reposando en el sofá, con la tele encendida, aluciné con la programación que nos meten en vena, o mejor dicho en el cerebro, los responsables de unas televisiones sin escrúpulos. En una de ellas, un concursante que se desplazaba deprisa y corriendo por algún país asiático (del tipo al del libro que comentaba al principio), tras una juerga nocturna, se encontraba con resaca, algo que según él era una invento de la izquierda ¿?. En otro programa para “tiempos de crisis”, de esos en que los ricos hacen ostentación de su poderío, presumiendo de mansiones inimaginables, coches tentadores y mujeres recauchutadas, un tipo al que acompañaba el entrevistador, se dirigió a recoger su coche aparcado en un garaje subterráneo de Madrid. Cuando subieron al LamborgHini de su propiedad confesó que para desplazarse por la ciudad en vez de utilizar alguno de sus dos Ferraris prefería hacerlo con el Lamborghini ya que pasa más desapercibido ¿? Por supuesto, después de aguantar tanta majadería, apagué la tele y contemplé algo mucho más bello y menos ingenuo: el mar… y el tiempo siguió pasando empeñado en contemplar una vista dotada de tanta belleza y tranquilidad.

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