Recordaré
siempre a Sanci bailando concentradamente en la pista de la discoteca
santanderina Caracol. Estaba bastante claro que, al igual que nosotros, había
fumado algún canuto y se dejaba llevar con la música que ponía Regino, en
aquella época sublime de la sala de la calle Guevara. Eran los años 70, entre
el 73 y el 76, y solía sonar lo último de los Rolling, John Mayall, Tangerine
Dream, Leon Russell, Allman Brothers… Aprendí mucho de música gracias a Regino.
Cuando libraba lo sustituía el segundo disc-jockey “El Tigre”, que pinchaba música algo más comercial y nos
ponía enfermos. Eran tiempos en los que iba descubriendo aspectos de la vida en
una juventud recién estrenada, nunca lo olvidaré. Como tampoco olvidaré la manera
de moverse de Sanci, su vestuario hippie, su físico que me recordaba al nadador Mark Spitt.
Entonces, él vivía en una comuna, en un chalet muy espacioso cerca de lo que
eran las cocheras de los Autobuses Muñoz, en el barrio “La Gloria” de San Román
de la Llanilla. Por allí había chicas preciosas y al pasar en el autobús hacia
la casa de mis abuelos en Corbán, intentaba sentarme en los asientos de
la derecha para ver lo que pasaba en la comuna. Las chicas vestían de esa
manera tan peculiar, con mucho colorido, sin sujetadores, con flores… y, claro,
a los 16 años que tenía en esa época, envidiaba el amor libre que
experimentaría Sanci con tanta belleza a su alrededor.
Durante
los veranos coincidíamos en la campa de la isla de Virgen del Mar. Todos los jóvenes
nos juntábamos a tomar el sol en la parte alta que da al “pilón”. Yo llevaba
mis libros para estudiar lo que me había quedado para septiembre. Sanci era
maestro y trabajaba en el liberal y pijo colegio Tagore. Se desplazaba en
bicicleta y era un tipo solitario pero yo me acercaba a él y charlábamos
durante buenos ratos. Le preguntaba qué leía, de alguna manera creo que era mi
modelo y quería saber lo que hacía para intentar imitarlo, ya saben, cosas de
adolescentes. Cuando coincidíamos por Santander presumía de ser su amigo.
Hace
pocas fechas, hablando con mi madre, me comentó que Sanci había tenido un
accidente de bicicleta en Santiurde de Toranzo, falleciendo en el acto por el
impacto contra un árbol, por lo visto no llevaba casco. Se me agolparon muchas
imágenes de nuestra juventud compartida y pensé lo cruel que es la vida.
Durante mi juventud santanderina tuve mucha relación con Maribel, su hermana.
Salíamos juntos mi amigo Cuco, Ella, Ana, su amiga de la que estaba enamorado,
y yo. Coincidí hace 6 o 7 años con Sanci y Maribel en el seminario de Corbán en
la presentación de la Coral Santa Catalina, su madre y la mía eran componentes de la coral.
Comprobé que Sanci había envejecido, pero claro ya habían pasado muchos años
desde la última vez que nos vimos. Lo encontré triste, abstraído, parecía enfermo. Me saludó
cordialmente, nos despedimos y, curiosamente, fue la última despedida. Descansa
en paz, amigo y gracias por tus enseñanzas.
3 comentarios:
Que cosas tiene la vida, que se guardan para siempre en el corazón y no se olvidan y aparecen en la mente de forma repentina invadiendo el alma de palabras y enseñanzas.
Un abrazo muy fuerte.
Hay gente que aunque han compartido momentos pasados en nuestra vida y aunque pasen años y no los veamos o no sepamos de ellos siempre queda un poso.
Ánimo.
Algo de Sanci vive en ti, Luis. Eso se nota.
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