lunes, 24 de noviembre de 2008
VER NEVAR TRAS LA VENTANA DE LOS SUEÑOS
"No es más quién más alto llega
sino aquel que,
influenciado por la belleza que le envuelve,
más intensamente siente"
Maurice Herzog
Ver nevar -tras la ventana- me produce una sensación sedante. Mi mente empieza a volar libremente trasladándome a escenarios placenteros. Esos pensamientos siempre concurren en dos contextos repetidos tenazmente. Si me encuentro en mi trabajo desearía estar en casa asomado a la ventana del salón, que es, sencillamente, la que más vistas tiene al exterior. En ese momento, justo como ocurre ahora, desearía comprobar que los kilómetros de llanura castellana, con montañas al fondo, van cubriéndose de un hermoso manto blanco. Mientras tanto disfruto de una música relajada, clásica a poder ser, de una temperatura cálida en mi apartamento y de unas vistas que cambiarán por un momento su cotidianidad. Si no estoy en el trabajo y me encuentro en mi domicilio -bajo los efectos descritos o similares- mis pensamientos se trasladan a los primeros años que viví en Soria. Por entonces los inviernos eran más crudos. En la actualidad nieva rara vez y es poco habitual que la nieve cuaje sobre el terreno. Llegué a Soria a principios de noviembre y rápidamente me sorprendió el invierno. Cuando nevaba era fiesta para mí, disfrutaba como un niño. La falta de costumbre, claro. Vivía en la calle Virgen del Espino, al lado de la Iglesia del mismo nombre y muy cerca del Cementerio. Cuando el manto de nieve estaba consolidado calzaba mis botas, me abrigaba con la ropa más adecuada y caminaba, dejando plasmadas mis huellas sobre la nieve virgen, hasta el castillo. Desde allí admiraba las asombrosas vistas en todas las direcciones. Son momentos que me han quedado grabados para siempre.
Otra imagen fotográfica que permanece en mi retina se traslada a principios de los años ochenta. Recuerdo que era mi despedida antes de incorporarme al servicio militar. Estaría fuera año y medio. Paseaba en mi automóvil Dyane-6, junto a mi novia, por Valonsadero (un paraje natural muy extenso a las afueras de Soria). Sonaba música de Dire Straits e iba muy despacio. El paisaje estaba nevado y parábamos en todos los rincones que nos parecían apetecibles. Los humedales estaban helados produciendo efectos sorprendentemente bellos. Me embargaba la tristeza de separarme de mi ser querido y de asumir una misión que odiaba a más no poder. Era uno de los momentos más tristes de mi vida y todo permanecía blanco. Blanco por fuera y negro por dentro. La nieve, una vez más, era mi compañera en tiempos revueltos. Esa misma nieve que ahora cae perezosa, sin prisa por llegar al suelo, que envuelve mi tiempo real en otros momentos que pasaron pero que forman parte de unos sentimientos solidificados haciéndome afrontar la vida con alegría e ilusión.
Ya no nieva, mis pensamientos dejan de aflorar, ya no escribo y sigue siendo lunes. Un lunes distinto.
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7 comentarios:
Hermosa cita de Herzog… completamente aplicable a mi vida en este momento.
Nunca he visto la nieve, pero no es difícil imaginar las sensaciones que produce observarla luego de leer esta entrada.
La verdad es que me has hecho sentir un poco triste, sin embargo, me ha gustado leer esta entrada porque expresa bien aspectos algo íntimos no tan sencillos de exteriorizar.
Saludos.
Gracias por dejarnos aquí tan buen escrito, con bellos recuerdos enlazados con tan buen presente, enhorabuena por ello. La imagen también me encanta, y la cita es muy apropiada, aunque quien siente más sufra más también.
besitos
Tiene que ser una maravilla Soria nevada.
Un saludo.
Luis!! Qué profundo eres!! Vi el artículo sobre jóvenes inquietos, no sé si recibiste el comentario... Sólo decir q es un alhago y gracias por darme palmaditas en la espalda!! Eres mi ídolo!
Luigi, la nieve siempre está ahí. Tiempo al tiempo.
Como siempre: gracias Only.
Marino, ¿estuviste en Soria el pasado fin de semana? No he vuelto a saber nada.
Vanessa, te respondí en los comentarios del mismo artículo. Gracias ruborizadas.
Si Luis, estuve en Soria. A última hora decidí salir el viernes y llegué ya un poco tarde, sobre las diez más o menos y me volví el domingo podo después de comer. La verdad es que hacía un frío espantoso o me lo parecerá a mí que soy de tierras cálidas.
Un saludo.
No me imagino hasta dónde podría llegar mi retórica en caso de escribir durante una nevada...sí, las han habido en Santiago, pero no en los sectores donde vivo (de baja altitud sobre el nivel del mar).
Ayer, por ejemplo, estaba viendo A Beautiful Mind...y algunas escenas se dan en el contexto de una nevada mientras Nash trataba de sacar su idea brillante. Inspirador, ¿no?
Para ti, la nieve se ha vuelto recuerdo...y de los que quedan para toda la vida, sean alegres o tristes, pero que han dejado huella como tú lo hacías con tus botas de niño.
Saludos afectuosos, de corazón.
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