lunes, 19 de julio de 2010
TARDE DE VERANO
Tras un mes arrullado por el mar, toca despedirse. Cuando estoy aquí, junto al Mediterráneo juguetón, no añoro nada (o casi nada). Quiero suponer que me encuentro tan a gusto que me siento colmado. En la retirada quedan recuerdos, nostalgia de momentos vividos plenamente y que nunca volverán a repetirse. Son designios de la realidad aniquilada recientemente. No queda otra. Hay que vivir en el propósito de que lo pasado está finiquitado y empeñarnos en mantenernos con la vitalidad necesaria para afrontar el impredecible futuro. Es indispensable marcarnos objetivos qué, a todas luces, sean rentables a la percepción de encontrarnos bien. Hay que mirar hacía adelante e intentar discernir que habrá otros momentos pletóricos. Desentrañar ese espacio abierto hacía la libertad de no sentirnos humillados por esas cuestionables horas de trabajo, imprescindibles para engordar nuestra cuenta corriente.
Me siento bien ahora, haciendo tiempo para que el sol se ponga a mi espalda. Esperando la última hora bruja de un verano excesivamente húmedo y caluroso. Apuro, mientras escribo, una copita de Vinho do Porto –mi droga más dura- y miro, de refilón, un mar en perfecto estado de revista. Algunos bañistas apuran las últimas horas de sol y en la calle la gente pasea relajada. Es verano. Il fait dimanche et tous les jours.
En mi despensa quedan pocas viandas. Tengo hambre. El Oporto, sin duda, me ha abierto el apetito. Partiré un tomate que he comprado en la parte vieja, de su huerta, a una señora y, tal vez, unos espárragos y una tortilla de huevos “de corral”. Pero antes, me permitiré el lujo de escuchar mis discos imprescindibles cuando estoy aquí. Por éste orden (o tal vez no): “Roman Nights”, de Tom Harrell; “Chambre avec vue”, de Henri Salvador; “The Autumns”, de The Autumns; Leonard Cohen in Concert y…
Pasa un velero atrayendo mi atención por momentos. El sol ya se ha puesto y el cielo empieza a colorearse de tonos difíciles de clasificar. Creo que tomaré otro vinito antes de cenar. Esta luz, y esta paz, serán difíciles de olvidar. Mañana, la meseta soriana (también bella, faltaría “plus”) me recibirá. Intentaré aprovechar sus frescas noches para revitalizar mi espíritu un poco alicaído ahora. Pronto volveré.
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1 comentario:
Algunas veces pienso lo cerca que están los lugares que nos narra el poeta. Cualquier día de estos me acerco a esa maravillosa villa y buscaré esos maravillosos rincones.
Ahora buscaré su música recomendada.
Un saludo, Luis.
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