Lo conocí un día de invierno. Había terminado de dirigir un entrenamiento del grupo de competición de mi equipo de bádminton y apareció por el polideportivo. Sabía de él por la prensa y por amigos comunes. Había formado parte del equipo de voleibol de la ciudad y le trasplantaron un riñón estando en Tenerife con su equipo. Él también me conocía a mí. Quería que le entrenara en el deporte del bádminton para competir en el nacional de trasplantados e intentar clasificarse para el europeo que se celebraría posteriormente en Budapest, creo. Entrenamos varios días y se proclamó campeón nacional, luego en el europeo fue eliminado en las primeras fases de la competición. Ese primer contacto nos hizo amigos para siempre.
Luego, con tesón, se convirtió en abogado, en mi abogado. Fui su primer cliente y ganó su primer juicio defendiéndome. Mientras tanto, presidía la asociación Alcer en Soria de la que llegaría a ser también presidente nacional. Lunes, miércoles y viernes, por las mañanas, en el hospital provincial recibía diálisis renal todas las semanas del año. Se trataba, como pueden apreciar, de un enfermo revolucionario, cuya enfermedad llevaba con la mayor discreción posible. Pocas veces le oí quejarse.
Su fuerza vital -tanta fuerza vital- era provocada por grandes apoyos humanos: Marian, su mujer, infatigable pareja; sus padres, tan queridos por él; su familia en general y sus amigos, de los que siempre se sentía orgulloso. Otro gran apoyo fue la religión. Era de esos cristianos ejemplares que se cuentan con los dedos de una mano. Ejemplar, como era para todo.
Toño nos dio, a todos los que le conocimos, lecciones magistrales de cómo afrontar la vida, tan sencilla, a simple vista, para nosotros y tan sumamente difícil para él.
Un buen día, del que me arrepentí durante mucho tiempo y del cual me siento orgulloso hoy, decidí, con un grupo de artistas, hacer un homenaje a Alcer Soria, que no dejaba de ser un homenaje personal hacía la persona de José Antonio. Realizamos una exposición a beneficio de Alcer. Alguien, con incuestionables problemas adaptativos y socialmente repulsiva, nos sacó locos a los qué, de manera altruista, queríamos demostrar nuestra generosidad hacía asociaciones humanitarias necesitadas. Hice trabajar más de lo debido a Toño por culpa de semejante "elementa". Muchos días me rogaba que no le atosigara tanto con mis demandas. Entonces hacía de mi capa un sayo, apretaba el puño y decía: esta loca señora no se saldrá con la suya. Sería largo de explicar pero nos hizo la vida imposible, lo que le faltaba a mi amigo enfermo. Con tenacidad, con mucha ayuda, con la amistad de grandes personas, sacamos adelante el tema, que por otro lado nos vino bien para conocernos y unirnos mucho más y también para conocer a grandes personas que colaboraron en el acto. Algunas veces le decía: mereces un monumento a la puerta de la Dehesa (el parque municipal de Soria) y el reía.
El día 11 Toño falleció, nos dejó para siempre. He pasado muy malas jornadas que han sido compartidas con mis seres queridos y con nuestra amiga común Julia, a la que tanto respetaba y que tanto hizo, y con seguridad hará, por su querida asociación. Julia tuvo siempre un reconocimiento especial hacía nuestro amigo y lo ha demostrado realizando un video del que Toño se sentiría orgulloso. En su nombre y en el mío, muchas gracias por todo, Julia. Toño ha descansado para siempre de veintiséis años de terrible enfermedad. Descanse en paz, lo tiene merecido… y también un monumento a la puerta de la dehesa. Pocas personas lo merecen más que tú, amigo Toñín.