lunes, 23 de agosto de 2010

BURDEOS, "PUERTO DE LA LUNA"

Puerto de la Luna es el nombre que popularmente se ha dado a Burdeos. En junio de 2007, tanto el puerto como la ciudad histórica (conjunto urbano y arquitectónico creado en la época de la Ilustración), fueron inscritos en la lista de Patrimonio de la Humanidad.

No sabía el porqué de “Puerto de la Luna”. Por la noche avistaba la luna pero se situaba muy a la derecha del puerto, por encima de la Iglesia de San Michel. No llegaba a entender el significado. Sin embargo, en alguna guía leí que el meandro creado en el largo estuario marítimo por el río Garona tenía la forma de un croissant. Y, claro, el croissant tiene forma de media luna. De ahí ese nombre tan poético qué, además, queda reflejado en el escudo de la ciudad.

Burdeos se urbanizó en torno al río Garona. La mayoría de sus edificios fueron construidos entre los años 1500 y 1800. Lo primero que hice nada más cruzar el Pont de Pierre, fue caminar por la margen de la Place de la Bourse hacía el barrio de Chartrons. La gente, habitantes y turistas, disfrutan del paseo junto al río. Hay bellos jardines, muchos ciclistas, patinadores y, los domingos, sus muelles acogen el mercado de Colbert, donde bordeleses y turistas (multitud de españoles) saborean un plato de ostras de la vecina Arcachon, acompañado de un vino blanco bien fresquito. Me llamó poderosamente la atención un puesto con más de cien tipos diferentes de queso. Es una gozada dejarte llevar por el sendero del muelle. El sentido del tiempo pierde su significado y las horas pasan sin apenas darte cuenta.

A la altura de la Plaza de la Bolsa se reúne la muchedumbre a cualquier hora del día. Un estanque refleja los edificios situados enfrente, cambiando cada pocos minutos la atmósfera. Primero es un espejo, más tarde una nube de niebla espesa, luego chorros de agua saliendo del suelo… todo es espectácular. Se trata del Miroir d´Eau. Los niños disfrutan del estanque como si se tratara del mejor parque temático. Mientras tanto, los adultos, casi todos con cámara fotográfica en mano, retratan los cambios que van registrándose en esa humedad programada, teniendo como modelo a todos los personajes que allí confluyen. Hay para todos los gustos. Como pueden suponer los que me conocen un poquito, pasé allí alguna que otra hora de la mañana, la tarde y la noche. Es una mezcla de sensaciones que tiene que ver con la realidad pero de una manera más creativa, más espontánea. Todo gira alrededor del espejo que tiene de real lo que nosotros contemplamos en un tiempo marcado por las secuencias programadas.

Frente al Miroir d´Eau, por detrás de la plaza que preside la fuente de las Tres Gracias, en pleno barrio antiguo, se crea un laberinto de calles angostas que desembocan (casi todas) en la iglesia gótica de Saint Pierre. Hay multitud de elegantes restaurantes que por la noche están atestados de clientes. Son locales con mucho encanto que recuerdan los barrios parisinos más bohemios. En las terrazas, con coquetas velitas y una respetuosa y tenue iluminación, los bronceados consumidores de pescado y marisco hablan en voz bajita mientras escuchan melodías que provienen de músicos callejeros de diferentes estilos. Burdeos se transforma durante la noche. Es más tranquila, más silenciosa, más homogénea.


Es el momento de disfrutar, desde el Puente de Piedra, estudiosamente iluminado, de las luces multicolores de sus modernas farolas y de la nocturnidad de los edificios más emblematicos de la ciudad que van recorriendo cada uno de los rincones del Puerto de la Luna.

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