viernes, 23 de febrero de 2007

HABLANDO DE MATO GROSSO Y DE ARTE CONTEMPORÁNEO EN LA CAPITAL DE ESPAÑA. tercera y última entrega


Varios restaurantes contiguos mostraban en la calle sus menús, Mi amigo optaba por los pescados, en su tierra se comía siempre carne, muy buena carne que se exportaba a todo el mundo, pero estaba descubriendo el pescado y quería aprovecharse. Me preguntó cuales eran mis pescados favoritos y le respondí que el bonito o atún, el rodaballo y el rape. Entramos en un restaurante que ofrecía salmón o trucha. El camarero que nos atendió, de una edad aproximada a los sesenta y con aire de actor de teatro, pensó que ambos éramos extranjeros y tuvo algún detalle racista con nosotros, afortunadamente Leandro no se percató de ello.
Durante la comida el brasileño se explayó, creo que yo le daba suficiente confianza y tenía la sensación de que me quería pedir consejo sobre alguna cosa. Sus padres tenían poco más de cuarenta años pero se separaron cuando el tenía nueve. Le dije que podía ser su padre por mi edad. Él sonrió con complicidad y siguió hablando. Sus familias por parte de padre y de madre eran sensiblemente diferentes. Por parte materna su familia era organizada, responsable, tenían dinero, estudios, pero por parte paterna todo era un absoluto desastre. Su padre se encontraba en tercer grado penitenciario, había estado tres veces en la cárcel, siempre por problemas con las drogas y las armas, algo, por otra parte, muy común en aquella zona. Por Ponta Porá, una ciudad con frontera seca y sin control policial fronterizo, pasaban a diario brasileños que huían de la justicia. En el momento de la última detención portaba, su padre, dos escopetas del calibre doce y unos kilos de alguna clase de droga.
Le aconsejé que siempre estuviera al lado de su madre, hacer caso de sus dictámenes y evitar siempre armas y drogas, si te metes de lleno en ello es difícil salir de esa encrucijada y tenía una experiencia cercana que podía resultar ejemplar. Leandro agradeció mi solidaridad.

Al salir del restaurante bajé al baño, me extrañó que Leandro no me acompañara. Cuando regresaba tenía la sensación de que no le volvería a encontrar, pero allí estaba sentado junto a la barra esperándome.
Tomamos un metro y nos dirigimos a nuestros últimos destinos, la Fundación Juan March con una selección de 97 obras de Roy Lichtenstein, máximo exponente junto a Andy Warhol del Pop Art de Estados Unidos, con una visión inédita de las obras realizadas entre 1966 y 1997.
Leadro estaba excitadísimo con la experiencia que supone ver por primera vez al genial Lichtenstein, tengo que confesar que me sorprendió lo magistralmente expuesta que estaba la obra.
Bajamos caminando hasta la fundación Carlos Amberes para ver a uno de los maestros de la fotografía e íntimo amigo de Picasso, Man Ray. La colección Goldberg/D´Affitto de Nueva York presentaba la obra titulada “Luces y sueños”. Se trataba de más de ochenta piezas y algunos videos de Ray, descubridor de los rayogramas, imágenes realizadas sin cámara por el procedimiento de colocar objetos directamente sobre papel sensible y exponerlos a la luz. Todo un artista.

La jornada llegaba a su fin. Decidimos relajarnos de tanto arte y tomarnos unas cervecitas en un bar que tenía muy buena pinta. Estábamos muy distendidos y nos mostrábamos más abiertamente el uno al otro. La experiencia había resultado muy gratificante para ambos, se notaba en el buen ambiente imperante. Pregunté a Leandro sobre su planificación para el tiempo que le quedaba en Europa. Su proyecto era quedarse hasta primeros de abril y luego viajar a su tierra. Era jueves y el lunes siguiente comenzaría a trabajar en una obra de un subterráneo, necesitaba dinero y eso le iba a proporcionar mil quinientos euros. Iba a ser muy duro, trabajaría diez horas diarias pero no le habían pedido papeles y la empresa corría con los gastos de alojamiento y manutención. Con ese dinero visitaría Praga y Grecia.
Intercambiamos direcciones, teléfonos, correos electrónicos, brindamos por nuestra suerte y nos invitamos el uno al otro a visitar nuestras respectivas ciudades.

Coincidimos, a pesar de la distancia generacional, en gustos musicales, a ambos nos gusta el Blues y el Jazz.. Escuché a Eric Clapton en su mp3 por uno de los auriculares, Leandro lo escuchaba por el otro.
Una vez en el metro me dí cuenta que viajaríamos juntos durante tres estaciones, él bajaría antes que yo y luego tomaría un tren hasta Torrejón.
Cuando quedaba una paraba para bajarse Leandro, recordé que no nos habíamos hecho una foto juntos, sin pensarlo sacó su maravillosa cámara e hizo la foto. Luego nos abrazamos emocionados y desapareció en la profundidad de un túnel solitariamente desproporcionado y cruel.

En mi regreso a casa pedí a las estrellas que le acompañaran en el trabajo tan duro que iba a emprender y que, por favor, no cayera de nuevo en ese mundo tan nefasto que es la droga. En ese nuevo ambiente laboral que iba a conocer la droga correría con facilidad. No le conozco lo suficiente pero creo que voy a confiar en él. Se lo merece. Con seguridad saldrá victorioso de esa dura apuesta.

1 comentario:

Luis López dijo...

CORREO DE MI AMIGO

como esta luiz !!!!!
já estoy en brazil e todo esta rebueno para my .. pero estoy com my vida muy
corrida e estoy com poco tiempo pero no me olvide de los amigos que temgo
llejos ... dale te dejo abracos e depues quando yo puedo te mando las fotos
que te able ... e quando viene al brasil ...?????

te quiero bien .... saludos de tu amigo

LA VIDA PASA

“¡No hay naciones!, solo hay humanidad. Y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad".   Isaac ...