viernes, 9 de marzo de 2007
UN MINUTO DEMASIADO LARGO
Carlos Pérez, colega que trabaja en un Centro de Educación Especial de Barcelona e imparte formación en Estimulación Basal, puso un ejemplo sobre la duración de un minuto a los asistentes a un curso dirigido por el. Mantuvimos silencio (yo participaba también) durante esa precisa fracción de tiempo y ciertamente acordamos que la intensidad y variabilidad que puede tener depende de los parámetros de cada momento y situación.
Vivimos en una sociedad que se mueve a velocidad frenética, cada día tenemos que realizar infinidad de cosas dentro de una escala temporal que nos agobia, olvidando aspectos importantes sobre algunos asuntos y sobre los demás que hacen que seamos cada vez más maquinales y por lo tanto más inhumanos.
El tema del minuto, aparte de tratarse de una confirmación individual, trataba sobre el ejemplo de Alicia, una persona con pluridiscapacidad, con problemas, por tanto, notorios y de reacción lenta a los estímulos, no obstante se esforzaba diariamente en mejorar su condición física y mental. No recuerdo bien si el ejemplo comentado por Carlos se desarrollaba en la calle o en su centro de intervención terapéutica, pero el caso es que Alicia, sentada en su silla de ruedas, permanecía a primera hora de la mañana en una zona por donde pasaba la gente. Al encontrarse con ella le saludaban: buenos días, y ella comenzaba a responder, aunque sus problemas motrices y sensoriales le impedían imprimir velocidad a todo el área que entra en contacto en el desarrollo del lenguaje hablado. Cuando Alicia completaba la frase con gran esfuerzo: “bu e nos dí as”, la persona que le había saludado ya no se encontraba dentro de su espacio visual.
Al cabo de no mucho tiempo Alicia dejó de saludar.
Ya sé que es poco probable detenerse ante una persona discapacitada, lo que intento hacer ver con este escrito es darnos cuenta de lo importante del tiempo y su traslación a ciertas personas. Tal vez podamos perder (yo diría ganar) un minuto de vez en cuando para saludarnos mirándonos a la cara, percibir nuestro entorno e interiorizar que convivimos en un mismo espacio.
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