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SAN SEBASTIÁN
Desde el 25 de junio de 2007 no regresaba a
San Sebastián. En aquella ocasión visité la Bella Easo (denominación surgida por la creencia en los siglos pasados de que la antigua ciudad romana de
Oiasso o Easo se encontraba en la ubicación de la moderna San Sebastián) para asistir al concierto del mítico grupo británico de rock and roll “
Rolling Stones”, que congregó a cerca de cuarenta mil personas en el estadio de
Anoeta. Esta vez, lo hice por los mismos motivos: otro concierto. Pero un concierto mucho más íntimo, de una de las grandes vocalistas contemporáneas de jazz,
Madeleine Peyroux. Sobre su concierto escribí otra entrada en mi blog.
Una vez desprendido del coche se produjo una anécdota feliz al encontrarme con
Yang Chen Xiang, ex seleccionador nacional olímpico de bádminton. Se dirigía al
Colegio Marianistas, sede del Club de Bádminton más prestigioso del norte de España y con el que siempre he tenido buena relación. Durante los pocos minutos que hablé con él desfilaron por mi mente imágenes del pasado. Conviví con Yang en muchos campeonatos nacionales y fue mi profesor en un curso celebrado en
El Escorial. Hacía alrededor de ocho años, tal vez alguno más, que no lo veía pero sigue igual. Un gran tipo.
Tras el concierto, un breve paseo y visita a los bares de
pintxos. Eran las diez de la noche y había poquísima gente por la calle. He visitado en muchas ocasiones San Sebastián y nunca había visto la ciudad tan despoblada. Varios de los bares que frecuento estaban cerrados. Así que la opción era entrar a cualquiera de los abiertos. Luego, café en el emblemático
Etxekalte, unos de los lugares con jazz en directo durante todo el año, visita obligada cuando estoy cerca del puerto pesquero (ya cada vez más deportivo). Sonaba buen jazz y me fijé en las fotos que decoran el bar. Siempre me fijo en todo.
La visita nocturna finalizó en el mítico “
El Nido”, lugar donde he pasado muchas horas escuchando la mejor música, a mi modo de ver, que se “pincha” en San Sebastián. Sobre el Nido podría escribir varias páginas, forma parte de mi historia, pero prefiero no cansar al lector. Lo encontré como siempre pero desierto. Permanecimos allí lo justo y me traje un instante inolvidable. San Sebastián siempre ha sido una ciudad muy católica, conservadora y con muchos prejuicios sociales. Chocantemente, otros sectores sociales –provenientes casi siempre de la Provincia- sin embargo, se han mostrado siempre reivindicativos, fundamentalistas y camorristas. Allá cada cual con su conciencia. Me agradó comprobar, que a pesar de esas etiquetadas sociedades, hay otras más normalizadas. Una pareja del mismo sexo se besaba apasionadamente en el interior del local. Como la música no nos parecía la adecuada para el momento (veníamos de ver en directo a la Peyroux) decidimos marcharnos y poner punto y final a tan larga jornada.
La mañana del viernes amaneció como la jornada anterior. Sirimiri, tiempo gris y desapacible. Desayuné, mirando al mar, en el
Café de la Concha, situado en un saliente del centro de la bahía, mientras mantenía una conversación sobre un amigo desaparecido. Tenía que llegar a Soria a comer y fui dejando atrás, bajo una cortina de agua, San Sebastián y todo lo que supone y ha supuesto para mí esa maravillosa ciudad. El viaje fue tranquilo y el tiempo, nada más atravesar la
muga (frontera) con la familiar Navarra, seguía siendo primaveral. Tan primaveral como lo era, en ese momento, mi talante.
Diana Krall me arropó en el largo camino a casa.