lunes, 24 de mayo de 2010
NOSTALGIA
Dice Elvira Lindo que la nostalgia en abstracto es cursi. Sin embargo, para ella, la nostalgia de las cosas concretas ayuda a entender las etapas de la vida. No sé qué entenderá Elvira por “nostalgia en abstracto” pero estoy de acuerdo con ella en que ciertas nostalgias nos ayudan a entender la vida.
Personalmente, hay nostalgias que sueño a menudo. La etapa de mi vida que se desarrolló entre los 10 y los 16 años sigue viva en esos sueños. Tiene el decorado de aquella realidad que ya se fue pero queda marcada en algún registro mental. Siempre se desarrolla en la casa de mis abuelos, en lo que llamábamos “el corral”, por delante de la casita, y en un terreno, en la parte trasera, que contenía un huerto, cinco pinos, tres higueras y dos encinas. Allí acontecieron momentos plenos de libertad, de descubrimientos, de disfrute en compañía de algunos de mis seres queridos.
Mis hermanos y mi madre, junto a mis sobrinos y cuñados, en la actualidad viven en ese territorio donde se desarrollan esos sueños. Aquello ha cambiado mucho. La pequeña casita de mis abuelos se demolió para levantar otra casa nueva y, frente a ella, ahora hay otro edificio, de dos alturas, que es la vivienda de mis hermanos. Casi todos los árboles de la antigua finca han desaparecido (aunque, afortunadamente, se han cambiado por otros más jóvenes) y las vistas al norte, verdes y con muchas vacas pastando entonces, se han evaporado para convertirse en urbanizaciones despersonalizadas.
El pasado domingo, por la mañana, fui a comprar churros y chocolate `de hacer´ “Horno San José” (el de toda la vida) y durante el camino intentaba recordar fotográficamente aquella realidad desaparecida. Tuve nostalgia. No sé si abstracta o concreta. Tal vez algo de ambas (media y media, como las raciones de rabas). La música que me acompañaba, casi siempre la adecuada cuando voy solo, potenció el momento melancólico y hasta un par de lagrimillas humedecieron, en su pausado descenso, mis mejillas.
A mi regreso y haciendo entrega, casa por casa, de churros y chocolate, de manera proporcional al número de miembros por hogar, comprobé que algunas de las personas que allí se encontraban, se correspondían con las que aparecen en mis repetitivos sueños, aunque, tanto ellos como yo, ahora peinamos canas y tenemos algunas arruguillas que, al igual que los árboles con sus anillos, se van multiplicando con el paso de los años. Me emocioné al verlos de nuevo ya que son de lo poco que me queda de entonces. Me sentí privilegiado por tenerlos cerca.
Tras una comida todos juntos, atravesé, una vez más, la larga distancia que separa aquel paraíso familiar de donde se fabrican mis sueños de juventud, aquí en Soria. Ahora sólo me queda esperar a que mi sueño se repita y regrese allí de manera inesperada.
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3 comentarios:
Luis que belleza de foto. Y que bonitos son los recuerdos,estos son los que nos han llevado al momento presente.Besos.
Menudo correo. Mejor que un libro, porque son vivencias.
Gracias julia, es un atardecer en la isla de la Virgen del Mar, qu seguro conoces.
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Las vivencias compartidas te ayudan a disfrutar de la otra persona. Lo mismo hago yo con tus escritos. Gracias, Fernando.
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