jueves, 17 de mayo de 2007

RESTAURANTE RAYUELA


En un café que frecuento bastante me encontré ayer con el padre de un amigo mío que un día, hace ya cinco o seis años, emigró a Nueva York. Me alegra encontrarme con él, es culto y tiene acertada disposición en los negocios (ese aspecto que los estudios psicológicos no logran traducir dentro de los comportamientos intelectuales).
Este amigo, que no llega a los treinta años, se fue a la Gran Manzana con lo puesto. Trabajó de cocinero, en una peluquería lavando cabezas, de camarero… incluso tuvo un accidente con su moto del que, afortunadamente, ya está recuperado. La última vez que coincidimos, hace unos tres años, me enseñó un proyecto para intentar montar allí un negocio. Se trataba de un restaurante. Cuando el proyecto llegó a manos de su padre le preguntó cuanto había pagado por tan completo y meticuloso estudio. Le respondió que lo había realizado él. En ese momento se ganó la confianza y la admiración de su padre. Entonces se convirtió en financiador del futuro negocio de su hijo (o al menos de parte de él). Ha viajado en tres o cuatro ocasiones a Nueva York y cuando regresa tan solo tiene elogios para su hijo, que ahora vive en un loft y tiene prácticamente finalizada la obra.

El futuro restaurante está muy bien situado, en Manhattan, cerca de la Primera Avenida, en Allen Street, junto al puente Williamsburg (estación de metro Essex St-Delancey St.). Tiene como socio a un cocinero de prestigio. Inaugurará dentro de dos o tres meses y mi intención es viajar a Nueva York para darle, personalmente, la enhorabuena, se lo merece.
Se llamará “Rayuela”, como la afamada novela de Julio Cortázar, símbolo de toda una generación y a la que su autor se refería como “Una antinovela, la tentación de romper los moldes en que se petrifica este género”.
Rayuela es un juego, consiste en sacar de varias divisiones en el suelo un tejo que se golpea con el pie, llevando el otro en el aire y cuidando de no pisar las rayas y que, además, el tejo no se detenga en ellas.

Deseo que tenga mucho éxito en esta nueva empresa, nunca mejor dicho, que va a emprender, que los productos españoles conquisten al público neoyorquino y que, por último, sea un buen competidor del afamado José Andrés, elegido durante los dos últimos años el mejor cocinero de EE.UU. ayudando a educar el paladar de los americanos del norte.

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