viernes, 4 de mayo de 2007

RUIDO


Esa noche estaba especialmente cansado. A las doce en punto, con el pijama puesto y un libro en la mano, me disponía a acostarme. En un barrio cercano se oyó una salva de pólvora seguida de un amplio castillo de fuegos artificiales. Duró unos largos quince minutos. Pensé, ¿qué raro a esta intempestiva hora lanzar tanto cohete?, acababa de comenzar el día uno de mayo y recordé que el barrio de donde provenía el estruendo se llama “San José Obrero”, por lo tanto estarían en fiestas. Cerré el libro que estaba leyendo minutos antes de la una de la madrugada, apagué la luz y escuché una música a un volumen brutal, se trataría de alguno de esos coches “tuning” que pasan por la calle con la ventanilla abierta y la música a tope de revoluciones, pero persistía la música en el tiempo y provenía del barrio en cuestión. A las cinco en punto de la madrugada de nuevo sonaron las salvas de cohetes. En ese momento acabó la contaminación acústica que, sin duda, se había oído en toda la ciudad.

Sé que se está debatiendo en España la ampliación de ley sobre el ruido (aprobada en el 2003). Actividades como la comentada no pueden ni deben consentirse en un país desarrollado. Recuerdo que el pasado verano regresábamos de pasar ocho o diez días en Francia y habíamos reservado una habitación para descansar durante dos días en la localidad catalana de Sitges. El hotel estaba situado en primera línea de playa, al lado del paseo marítimo, y justamente frente a su entrada principal actuaba un grupo musical. Eran fiestas. A las tres de la madrugada continuaba el concierto, estaba desesperado, no sabía qué hacer, pero… ¡por fin! terminó el insoportable ruido y aún quedaba noche para descansar, suspiré profundamente y me quedé dormido al momento. A las cuatro en punto me despertó un violento ruido, comenzaba la actuación de otro grupo, con más descarga eléctrica, que puso fin a nuestra recién estrenada tranquilidad. Bajé a recepción y anulé la reserva para el día siguiente, recriminando al recepcionista por no haberme advertido de las actuaciones a pie de habitación durante toda la madrugada. A las seis abandonábamos el hotel con los consiguientes juramentos.

En otros países, cercanos en distancia y en ¿hábitos?, estas cosas no pasan, están ampliamente superadas y aceptadas por todos. Existe un horario en el que se vela por el descanso y la salud de los ciudadanos. Los que desean juerga tienen la posibilidad de ejercerla hasta una hora determinada, cuestión de organización. A eso se le llama sentido común.

Aunque estoy de acuerdo en que tampoco hay que pasarse, lo comprendo, todo en su justa medida.
A este respecto comentar que hace unos años me encontraba en la bella localidad bretona de Pleneuf Val André, cercana a Mont St.Michel. Estaba allí con una docena de compatriotas en un intercambio de ocho días. Todas las tardes se celebraban fiestas organizadas en nuestro honor (los bretones antes se habían acercado a España y, por tanto, devolvíamos visita). Los días laborables cerraban el local donde nos encontrábamos a las nueve de la noche, pero continuábamos charlando animadamente en el aparcamiento donde estacionábamos los vehículos. Como buenos españoles, nuestros maleteros estaban pertrechados de comida, cerveza y whisky, aunque había un segundo problema: a las diez de la noche apagaban las luces públicas de toda la localidad y, con algún remordimiento, regresábamos a nuestros hogares franceses. Los viernes y sábados todo cambiaba, los locales cerraban a las once y las luces no se apagaban hasta la una de la madrugada. A partir de esa hora la alternativa era desplazarse en coche hasta la vecina Erquy, patria chica de Asterix y Obelix, a la discoteca. Pero nadie se arriesgaba a conducir, siempre había policía montando controles de alcoholemia (lástima que no estuviera con nosotros el ex presidente Aznar que nunca hace caso de estas cosas). Allí no se andan con “chiquitas”, al lado de la policía siempre hay una ambulancia bien equipada para realizar una extracción de sangre.

No deseo que España se convierta en esto, claro está, tampoco quiero a irresponsables en la carretera como el Sr. “Ánsar",
pero me gustaría que nuestro país respete unos mínimos básicos en cuanto a ruidos y horarios. De esa manera todos podremos comportarnos como seres racionales y evitar que nuestro descanso nocturno, tan importante, pueda ser “secuestrado”.

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