viernes, 11 de enero de 2008
LOS IGUALES
Hace pocos meses participé en un seminario sobre sexualidad y afectividad. El profesor fue Félix López, catedrático de psicología de la sexualidad de la Universidad de Salamanca, una eminencia de esa parcela en los discapacitados psíquicos. Nos comentaba a los asistentes que la evolución sexual de los jóvenes siempre estaba sostenida, de manera implícita, por los iguales. Los iguales, los de la misma edad, los de similar desarrollo evolutivo, van descubriendo ese maravilloso mundo acompañados siempre por sus amigos, con ellos despejan incógnitas, comparten nuevas experiencias; en definitiva crecen y progresan en los novedosos sentimientos y emociones de una etapa (o varias) determinada.
Durante estas últimas vacaciones de Navidad, al igual que en años anteriores, me reuní con mis amigos de adolescencia y juventud para cenar. Todos hemos cambiado bastante. La vida ha sido amistosa y, a veces, cruel. Hemos tenido experiencias dispares y durante esa noche departimos sobre ellas. Uno de mis amigos, Héctor, tiene un hijo de 17 años con síndrome de Down y nos contaba, a instancia mía, como se desarrolla en plena adolescencia. Cursa tercero de BUP en un colegio “normal” y empieza a tener problemas que nunca había experimentado antes. Su amigo del alma y compañero ya no le llama por teléfono y se hace preguntas. El padre le contesta que tiene otros amigos que juegan a baloncesto y él no tiene cualidades. Le dice que tiene que echarse nuevos amigos con gustos similares. Al parecer está enamorado de la chica más guapa de la clase. ¡Claro!, le pasaría a cualquiera. El problema es que no le hace caso (como suele pasarle a zutano).
No voy a pronunciarme sobre si estoy de acuerdo o no en que los discapacitados psíquicos vayan a un colegio “normal”. El problema siempre surge -si es que puede llamarse problema- cuando los iguales te abandonan .Esa es la complicación por la que atraviesa ahora Nacho. Los iguales no están con él para afrontar el descubrimiento de la sexualidad (y de la vida en general) y siempre son necesarios. ¿En el supuesto de haber asistido a un colegio “especial” tendría este problema que se le plantea ahora? Considero que tendría más oportunidades de tener amistades pero cada individuo es un mundo y no hay recetas sobre la individualidad. Nacho ahora no quiere ir a un centro especializado, ve a los usuarios distintos, raros.
Como profesional y amigo tan sólo le di tres simples consejos (basados en la experiencia) a Héctor. Es un adolescente, trátalo como tal. Respeta sus decisiones pero intenta darle varias opciones que tu pienses que son acertadas. Actúa con sentido común y compórtate como padre, intentado no subestimarlo ni sobreprotegerlo.
La noche resultó hermosa. Todos hablamos de nuestras andanzas, nos animamos, nos consolamos, reímos, nos emocionamos. Es productivo mantener la amistad con tus iguales. Nos despedimos con un fraternal abrazo. Héctor me abrazo con contundencia, sabe que siempre estaré a su lado, lo estoy siempre en la distancia.
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2 comentarios:
Interesantísimo el problema que planteas; y de muy difícil solución, además. Es la contrapartida de la integración, que al final resulta no ser tan perfecta como parece en teoría; sobre todo, porque lo de la tolerancia y la solidaridad sólo existen en los discursos utópicos. Ojalá que el muchacho encuentre su sitio, pero no deja de ser "lógico" (ojo, no quiero decir que me parezca ni bien ni mal) que los adolescentes "pasen" de él; si por definición marginan al débil ésta es la víctima más propicia.
Una pena, pero por desgracia, el mundo de los adultos está también lleno de "adolescentes" que le van a cerrar muchas puertas. Mucha suerte para tu amigo y su hijo.
En situaciones así (que no son aisladas) cabe preguntarse si hay que seguir desarrollando una normalidad en el caso del chaval de 17 años o adaptarlo a un entorno donde pueda adquirir otras capacidades.
Me acuerdo de la película de Forrest Gump...claro, es algo novelado, pero no creo que una situación así haya surgido de la nada. Saludos cordiales.
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