lunes, 10 de agosto de 2009

¿EL DESNUDO ES BELLO?



ME LLAMÓ LA ATENCIÓN LA PORTADA DE "EL MUNDO" MAGAZINE DEL PASADO DOMINGO, 9 DE AGOSTO DE 2009. TAMBIÉN, LAS FOTOS DE LA MÓDELO DESNUDA. BELLISIMAS.


Cuando el desnudo es bello...
... y cuando molesta a la vista


Vestimos a una modelo con los complementos que van a marcar tendencia esta temporada y... nada más. Su desfile por el centro de Madrid se convierte en el mayor acontecimiento desde la Pasarela Cibeles. Álbum: Cuando el desnudo es bello...

¿Debe regularse la ausencia de vestido en los espacios públicos? Mientras hay quien piensa que eso sería atentar contra un derecho individual, otros consideran que nadie puede obligar al resto de la ciudadanía a contemplar sus imperfectas carnes?
Por MARIBEL GONZÁLEZ. Fotografías de ÁLVARO VILLARRUBIA



La polémica surgió un caluroso día de principios del mes de julio en el que ni los termómetros más optimistas y sombreados bajaban de los 30 grados en Barcelona. Jordi Clos, el presidente de los hoteleros de la Ciudad Codal, alarmado por el número de personas que esa jornada –y las anteriores– paseaban descamisadas La Rambla, instó públicamente al Ayuntamiento barcelonés a que prohibiera el desfile de torsos desnudos por la urbe. «No es represión. El incivismo ha aumentado mucho y ver a hombres sin camiseta o mujeres en biquini por la calle perjudica la imagen de la ciudad», aseguraba.

Las reacciones no se hicieron esperar. De un lado, alzaron su voz quienes alertan de la peligrosidad de que el Estado se meta a regular, hasta el punto del vestir, las libertades individuales de sus ciudadanos. En su opinión, ése sería el principio de una regresión a las épocas cavernícolas en que la Guardia Civil multaba, por ejemplo, a las mujeres que osaban usar el dos piezas en la playa. De otro lado, se pronunciaron con igual vehemencia quienes creen que es necesario mantener un cierto decoro en los espacios públicos y, por ejemplo, utilizar unos códigos de vestimenta diferentes en la calle de los que se usan en el ámbito de lo privado, en la playa o mientras se hace deporte. También hay quien se aferra a una cuestión estética, ya que no todos los desnudos son igual de bellos, como demuestran las fotografías de este reportaje.

El debate, así, derivó a unos términos mucho más serios de lo que en principio podía suponerse. Porque aquí no se discute únicamente si descamisarse o vestir media manga es una manera de sobrellevar el calor con mejor o peor gusto. Lo que está sobre la mesa es cómo debemos comportarnos para compartir unos espacios que son de todos, atendiendo a unos principios de civismo básico y sin que eso coarte la libertad de cada uno para vestirse (o no) como le venga en gana. O, lo que es lo mismo, se trata de decidir donde está el límite de lo tolerable: ¿mujeres con la parte superior de biquini no, pero con un mini top sí?; ¿hombres sin camiseta no, pero con prendas que dejen la axila al aire sí?; ¿desnudos no, pero con burka tampoco?

SITUACIÓN LEGAL. Para conseguir resolver esta cuadratura del círculo, los establecimientos privados, como hoteles, tiendas y restaurantes, guardan bajo la manga la opción de reservarse el derecho de admisión en sus locales. Y así, imitando el más puro estilo catedralicio, en la puerta de acceso de muchos de ellos existen carteles donde un aspa, generalmente roja, delimita con qué tipo de vestimenta no se permite la entrada. «He visto utilizarlos en zonas de costa; así impiden los atuendos playeros y los clientes saben a qué atenerse. Aquí no son necesarios, porque hay pocos descamisados. Como mucho, algún turista en la terraza que suele cubrirse cuando se lo decimos», explica Antonio, camarero en un bar en la calle Fuencarral de Madrid.

Sin embargo, fuera de los límites del local de Antonio, nadie podría pedirle a ese turista (o a cualquiera que quisiera combatir los rigores veraniegos quitándose la camiseta) que se cubriera, porque en los espacios públicos no existe la capacidad de veto. «En España no hay ley que prohíba ir parcialmente desnudo por la calle. Es más, no existe ningún impedimento legal contra el desnudo integral», afirma tajante Pedro López Anadón, abogado, sociólogo y autor del libro El desnudo al desnudo (Ediciones Librería Argentina), además de nudista desde hace más de 30 años.

«Desde que, en 1989, se suprimieron del Código Penal todas las consideraciones de índole moral, que eran inconstitucionales, el nudismo pasó a ser legal en cualquier espacio público. Algo que refrendó el nuevo Código Penal de 1995 al eliminar de su articulado el delito de escándalo público», explica Anadón. Luego la mera exhibición de los genitales o del torso no está penalizada, aunque hay mucha gente, autoridades del orden público incluidas, que no lo tienen tan claro. «Creen que al existir playas o piscinas donde el nudismo está autorizado, en el resto de los lugares está prohibido, y no es cierto», sentencia.

Según Ismael Rodrigo, presidente de la Federación Española de Naturismo, «quienes pretenden seguir discriminado el desnudo, se amparan en la vigencia del delito de exhibicionismo, pero la ley es muy clara al definir cuándo se incurre en él: hay que cometer ‘actos lúbricos o de exhibición obscena ante menores o deficientes mentales’, es decir, realizar actos sexuales ante determinadas personas (los cuales, por otro lado, se pueden realizar con o sin ropa). Es evidente que hablamos de algo que no hace una persona que toma el sol desnuda en una playa».

SILENCIO ADMINISTRATIVO. Con esta realidad legal, por tanto, cualquiera puede dejarse toda la ropa en casa, o parte de ella, y pasear tranquilamente, al grito de «¡voy desnudo, y qué!», por las ciudades españolas, siempre que no haga una exhibición obscena de sus atributos. Para evitar que las masas se lancen a ello, Jordi Clos, entre otros, claman por la modificación de las ordenanzas de civismo para regular el vestuario en la vía pública. Por el momento, el Ayuntamiento de Barcelona ha comunicado que no tiene intención de cambiar su normativa para prohibir el uso del biquini o la ausencia de camiseta en zonas comunes. Y respecto al desnudo total, la Guardia Urbana sólo puede recurrir a un ambiguo artículo de la normativa para multar a quienes «menosprecien los derechos de las otras personas o atenten contra su dignidad».

La cosa es tan subjetiva que la mayoría de las sanciones no han prosperado porque el desnudo per se no es delito, hay que demostrar el exhibicionismo. Y agarrándose a esto, Esteban sigue recorriendo desnudo La Rambla casi a diario. Asegura que «es su derecho» y, de momento, sólo le han multado una vez con 80 euros porque el juez consideró que «los demás también tienen derecho a no verle sin ropa».

Como en la Ciudad Condal, vestir sin camiseta no acarrea sanción en ningún municipio español porque, según Ismael Rodrigo, «un ayuntamiento carece de potestad para regular la moral y la vestimenta de sus ciudadanos y, si lo pretende, se puede recurrir». De la misma opinión es el abogado Anadón: «Para la mayoría de la gente no es normal ir desnudo o semidesnudo por la calle. Casi todos nos ponemos una camiseta para salir de casa o nos cubrimos al abandonar una playa nudista por costumbre. Pero las costumbres no son la ley, y si se sancionara, creo que se estaría cometiendo un acto inconstitucional».

Claro que no todo el mundo está de acuerdo. En San Sebastián, por ejemplo, los concejales del Partido Popular quieren modificar el artículo de la Ordenanza de Civismo que impide las «actitudes exhibicionistas de los genitales». El debate sobre el nudismo en la vía pública se ha reabierto por dos sentencias que afectaban a un ciclista francés que suele circular desnudo por la ciudad: una acaba de condenarlo a un año de cárcel por un delito de exhibicionismo («mostró su cuerpo desnudo, realzando las nalgas y los genitales, con conocimiento de que estaba siendo observado por menores», según la sentencia), mientras que la otra archivaba la denuncia porque no consideraba probado que ningún menor lo viera en cueros. Para evitar confusiones, el concejal popular José Luis Arrúe cree necesario revisar la normativa municipal: «¿Tiene un ánimo exhibicionista quien pasea sin ropa por la ciudad? No podemos entrar en la intención de esa persona, pero sí sabemos que atenta contra las pautas de comportamiento social admitidas por la mayoría».

PROTOCOLO NO ESCRITO. Dejando a un lado la dimensión puramente legal de la cruzada antibañador, lo cierto es que una parte de la sociedad es de la opinión de que no llevar camiseta es una actitud que cuadra mal con la ciudad y con lo que está socialmente aceptado. No digamos ya pasearse como uno vino al mundo...

Paloma Bermejo, profesora de Educación Social de la Escuela Internacional de Protocolo, considera que está bien que en verano se flexibilicen los códigos, pero aboga porque se establezcan unos límites: «Se trata de aplicar el sentido común para saber cómo debemos vestir en función de quiénes somos, dónde nos encontramos y con quién estamos. Nos hemos relajado mucho en este aspecto y hay looks playeros que contradicen las reglas básicas de la buena educación, la estética y el respeto por los demás».

Para Bermejo, se trata de tener claro los contextos donde nos movemos y de concienciar a todos de que la calle no es un territorio sin ley: «Las chanclas de piscina, son, como su nombre indica, para ir a la piscina, no para salir de paseo. Y llevar el torso descubierto como en la playa es irrespetuoso en un transporte público para quienes comparten ese espacio. Los desnudos afectan a la imagen de las ciudades».

A propósito de la necesidad de reflexionar sobre las normas de urbanidad, el filósofo Juan Antonio Marina cree que hacerlo es un imprescindible ejercicio ciudadano: «Para convivir, hay que saber distinguir lo tolerable de lo intolerable. Y en este campo entran los ruidos excesivos, la suciedad, la falta de higiene, las agresiones al descanso o a la intimidad. No los trajes de baño. Pero que se haya planteado el tema me parece estupendo».

Por su parte, Rafael Argullol, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra, cree que urge reconducir la situación porque vivimos tiempos en que el decoro y la libertad colectiva de los ciudadanos son atropellados sin pudor: «Lo ideal sería que pudiera existir un equilibrio entre la libertad de poder ir vestido como uno quiera y el respeto a los demás. Pero en los últimos años se ha producido un desequilibrio en la balanza, y en la sociedad española, en general, y en Barcelona, en particular, se está pasando de un modelo de convivencia ciudadana a un modelo de vida mercantil, progresivamente cutre, donde todo vale».

En su opinión, no debe permitirse que «el nuevo bárbaro vea la ciudad como un lugar donde puede ir como quiera porque aporta cuatro perras a las arcas municipales», y para impedirlo «sería partidario de que existieran normas muy claras que protegieran la libertad que tiene la totalidad de la ciudadanía de ser respetada frente a las libertades individuales».

EN PRIMERA PERSONA. ¿Y qué opina la calle de todo esto? Pues es mucho más tolerante con el desnudo y con el semidesnudo de lo que pudiera parecer, al menos si nos ceñimos a los resultados de la encuesta que realizamos –conste, sin pretensión científica–, el día en que la modelo Natalia Rocha desfilo como Dios la trajo al mundo, para Magazine, por el centro de Madrid. Ninguno de nuestros 20 entrevistados se sintió ofendido por la desnudez de la modelo y ninguno consideró que perjudicara la imagen de la ciudad.

Faltaban 20 minutos para las seis de la tarde. La calle Valverde estaba desierta cuando Natalia, 23 años, brasileña, se despoja de su ropa y comienza a pasear sus esculturales 95-65-95. Al llegar a la Plaza de Chueca, Carlos, repartidor de fruta de 23 años, se vuelve a su paso. ¿Se siente molesto? «¿Yo? Para nada. Ojalá fuéramos todos así. ¿Qué hay más natural que ir desnudo?». Pilar, que trabaja en el barrio y es madre de un niño de 4 años, pone algún reparo: «Me parecería perfecto si estuviera en la playa, pero esto es un barrio, hay menores, y a estas horas, impresiona».

Álvaro, estudiante ecuatoriano de 22, sale del metro de Gran Vía a la vez que Natalia, pero su presencia no parece inquietarlo. «Estamos en el siglo XXI... ¿Prohibir ir sin camiseta? Qué antiguo. Cada uno puede hacer lo que quiera». Daniel, 40 años, observa, sin quitar ojo, cómo la modelo sube las escaleras. «A mí no me molesta y si fuera un hombre desnudo, tampoco». ¿Y si fuera un anciano o un obeso? «Pues tampoco. Hombre, mejor esta chica tan maja, pero mi señora tampoco está mal», contesta Juan, 65 años, mientras se repone del tropezón que le provoca mirar a Natalia más que el final del paso de cebra… Fermina, de 77 años, es de la misma opinión: «El desnudo siempre es bello, si pudiera yo, y ponerme minifalda…».

Seguramente, la ciudadanía hubiera reaccionado de forma menos entusiasta si hubiéramos realizado la sesión de fotos en un barrio menos cosmopolita o en una ciudad más pequeña. Pero en cualquier caso, ninguno de los entrevistados cree que en un futuro cercano el común de los mortales nos entregaremos al nuditismo, corriente que promueve la incorporación del desnudo en la vida ordinaria. Héctor, barrendero de 45 años sentencia: «Una cosa es quitarse la camiseta y otra desnudarse. No todos tenemos el cuerpo de la zagala y hay cosas que es mejor no enseñar».

4 comentarios:

Aldoux dijo...

Sin lugar a dudas, es bello, todo depende de la manera con que miremos.
un saludo

Sir John More dijo...

De acuerdo en que el desnudo puede ser bello, muy bello, y no sólo cuando la persona que se desnuda está como un tren. De acuerdo en el derecho que todo el mundo tiene a hacer con su cuerpo lo que quiera, siempre que no atente contra la integridad física de los demás, ni abuse de la inferioridad de nadie. Lo que no veo tan claro es adónde se nos va ese morbo que produce la mezcla de pudor e intimidad físicos. No, definitivamente, creo que no habría que hacer nada para generalizar el desnudo, que estamos mucho mejor sin acostumbrarnos a él... Un abrazo.

La Rata Paleolítica dijo...

Que interesante entrada, que completa, clara, y que difícil de comentar, dado que has dejado caer tantas cosas y tantas diferentes visiones del tema, que poco queda por decir, salvo tomar partido.

Con la visión de aquí te dirían que qué complicación para algo tan obvio. Muy complicado, sí. Demasiadas palabras. Pero yo sé que allí las cosas son diferentes.
Y al final me inclino por el sentido común, y sobre todo por el respeto a los demás. Y rápidamente alguien me dirá que mi sentido común nada tiene que ver con el suyo.
La vida en sociedad requiere unas normas comunes que nos permiten convivir, mejores o peores (mejoremoslas, sí), que deben evolucionar poco a poco, por supuesto, y cambiar conforme a los tiempos. Pero siempre con el debido respeto a los demás, a las diferentes opiniones, formas y modos. Y creo que hoy en día todos podemos tener mas o menos claro (sentido común)dónde ir en camiseta y dónde sin ella. Lo primero por respeto a otros ojos, otras opiniones de personas con las que tenemos que convivir, y convivir bien. Y este respeto debe ir en ambos sentidos. Y hay unos límites mínimos que son comunes a casi todas las sociedades, y creo que puestos contra la pared, sería lo mas sensato a aceptar.

El comentario jocoso sobre mis faldillas lo dejo para otra ocasión por lo ya excesivamente largo que me ha quedado éste.

Buenísimo Luis.

Jesús.

Anónimo dijo...

Hace unas semanas me sorprendí por el reporte de la periodista Angels Barceló para una radio chilena asociada a Cadena SER, donde decía que se prohibía que las personas anduviesen en traje de baño por La Rambla de Barcelona.

El desnudo es bello, sí...pero creo que debe de ser apreciado bajo los parámetros del criterio formado. El argumento de que ciertos desnudos pueden despertar instintos primarios que desemboquen en delitos o crímenes es echarle la culpa al "sofá de Don Otto".

Lo legal no necesariamente es lo justo...cada vez hay más espacios públicos que aceptan el desnudo en zonas abiertas porque coincide con las aperturas sociales; a veces, se acelera más de la cuenta.

Saludos afectuosos, de corazón.

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