viernes, 8 de enero de 2010
CANCIÓN DE INVIERNO
Conocí Santiago cuando tenía catorce o quince años. Se trató de un viaje de quince días en un Seat 124. Los pasajeros: mi padre, mi hermano, mi hermana y yo. Sin duda, un viaje de placer sin especificación, sin establecer limites, sin reserva de hoteles, sin destinos premeditados. Toda una aventura para un niño de mi edad. Apasionante.
Partía de Santander y recorría la Cornisa Cantábrica occidental, Galicia y el norte de Portugal.
Tengo recuerdos fotográficos, estampas inconclusas, borrosas experiencias, pero, el poso, el retrogusto, se simplifica en una sensación placentera, emotiva y, hasta cierto punto, exclusiva y exótica. Tenía la sensación de sentirme libre, acompañado, además, por la mayoría, entonces, de mis seres queridos.
Hoy, después de varios días sin escribir en mi blog, rompo esa abstinencia, precisamente, reitero, en el regreso a la letra escrita, a la palabra resumida, al acto de reivindicar la amistad y me encuentro, no sé por qué -o, tal vez sí-, con el trovador que descubrí a comienzos de los ochenta, cuando vagaba solitario (casi siempre) por la triste, melancólica, desnuda y húmeda Compostela. De repente, me ha vuelto a la memoria la Plaza de Platerías, La Rua do Franco y sus vieiras, la calle del Villar, las noches en el Paraíso Perdido y sus absentas bañadas en agua, Modus Vivendi (caballerizas del palacio de Somoza), el parque de la Alameda y su peculiar fotógrafo …
Intentaba descubrir el mundo resguardado en locales vanguardistas, de ambiente universitario, con olor a tabaco prohibido (o no tanto), en cafés con solera, en soledad acompañada y, resulta, que fui descubriéndome a mí mismo, sin despertar sobresaltos, sin interrumpir revelaciones. En un local, ahora no recuerdo el nombre –lástima-, en la parte nueva de Santiago, que tan poco transitaba, me topé con Silvio. Era invierno, los inicios de los ochenta y, claro, estaba enamorado. Ahora, Silvio me parece algo trasnochado, pero entonces fue una experiencia descubrir su poesía desgarrada. Todavía merece la pena.
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9 comentarios:
Vaya visión has escrito. Hay momentos en los que uno se "mancha", se baña, de cuanto hay alrededor, y se crece.
¿Quitarías algo similar a lo que has escrito en la adolescencia o la juventud de cualquiera?
Esto es un fotograma ¿eh?
Saludos, Luis, saludos.
Luis, yo la prime, no me lo puedo creer. Con que tú en un 131. Y que sin airbag, ni cinturon trasero, ni climatizador. Pero que buenos viajes se hacían en aquellos coches, mi padre tenía un renault 12 y poco que vimos.
Ahora es todo tan distinto...
Un beso de año nuevo. Y pasa a recoger un regalillo de Reyes Magos.
Un escrito.....auténtico.
Besitos nuevos
Bienvenido al año nuevo. Te echñabamos de menos, pero ha merecido la pena esperar. Bonito texto, como siempre.
Saludos.
Fer, un placer leerte. Espero que todo te vaya muy bien por el sur gaditano.
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Pegasa, lo siento no era un 131, se trataba de un 124, siempre los he confundido. ¿Regalillo? Gracias.
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Mariluz, espero que te haya gustado.
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Andrés, gracias por los achuchones. Espero que nos veamos pronto. Saludos.
Hay viajes que son inolvidables, dejan huella y por eso se recuerdan. El descubrir cosas nuevas es algo mágico y no importa ni la forma de llegar ni como se está, solamente saborear lo que se tiene a la vista.
Un saludo.
Claro que me ha gustado, es una de las mejores entradas de TODO tu blog.
Resumí con una palabra ( no hablabas tú de palabras resumidas aquí ? ) que para mí significa mucho .De las que más.
Espero que , sin prisa, sigan saliendo más...así.
Un beso, escritorenlaola
Je, jeee, que gracia. A ver, tu en un 131 que en realidad era un 124, Pegasa en un R12, yo en un R6, y seguro que muchos mas; y... climatizadoooorrr, jua, juaaaaa.
Bonitos recuerdos y bonita entrada Luis.
Un abrazo y mis mejores deseos también para ti en este nuevo año.
Jesús.
Recuerdos, recordar... vivir merece la pena.
Feliz año.
Un abrazo
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