viernes, 7 de marzo de 2008

OLOR A PAN TOSTADO


Me asaltó un olor a pan recién tostado al salir de casa. Es uno de mis olores favoritos junto al que despiden los pimientos al asarse y los que se perciben en las panaderías con horno en su interior. Hay otros olores de mi infancia, difíciles de describir, que también forman parte de mis favoritos, pero están alojados en lo más profundo de mi intimidad. Es curioso, me encanta el olor de los pimientos asados y sin embargo no me gustan los pimientos. He intentado cientos de veces comerlos pero no puedo con ellos, tras el primer mordisco desisto. Sin embargo me encantan los pimientos de Padrón ¿? Recuerdo que cuando estuve en el servicio militar en Ferrol, y no estaba arrestado, después de la salida pertinente regresaba al cuartel con dos kilos de pimientos pequeños y rechonchos (unos picaban y otros no) para compartirlos con uno de los cocineros. De esa manera tan sencilla tenía asegurada la cena, acompañada de cerveza y postre incluido. Cuando estuve en Galicia me acostumbré a comer esos sabrosos y picantes pimientos, pulpo al estilo de la tierra, ostras y un vino de la zona de Albariño, sin denominación de origen, que se llama “Marqués de Vizhoja”. Cuando durante algún permiso regresaba a Santander siempre el maletero de mi Dyane 6 rojo (“Soviet”) iba repleto de ese sabroso y amarillento caldo. (Las veces –muchas- que he regresado a Galicia he hecho lo propio).


Durante los fines de semana, cuando no tenia arresto por cumplir –insisto-, alternaba mis visitas a Santiago, Vigo, Coruña, Lugo y Puentedeume. De Santiago recuerdo grandes manifestaciones con banderas rojas y otras con una estrella de cinco puntas de color celeste sobre fondo blanco, la calle de los Francos con multitud de bares, un café precioso que no recuerdo su nombre y “Modus Vivendi” un cafetín detrás de la Catedral donde bebía absenta junto a una jarra de agua -para rebajar-. En la Rua do Franco comí las mejores vieiras de mi vida y en Santiago descubrí a Silvio Rodríguez.

Cuando llegaba a Vigo lo primero que hacía era perderme en la parte vieja, tomar Ribeiro en los auténticos bares del puerto y hartarme de ostras en “A Pedra”. Algunas veces embarcaba a las Cies o a las Oms y otras a ver a un amigo que vivía en Caldas, al otro lado de la bahía. Siempre me ha parecido que Vigo es la ciudad más cosmopolita de Galicia. Durante ese tiempo aparecieron los primeros grupos de la movida que, aunque a algunos les parezca mentira, nació en Vigo. Recuerdo un garito que se llamaba (tal vez se llame así todavía) “Vamos a la cama”. Allí actuaban Golpes Bajos, Siniestro Total, Semen Up, Os Resentidos, Aerolíneas Federales o Aviador Dro. Se gastaba una broma siempre a las chicas ¿vamos a la cama? Al principio te podías ganar un sonoro tortazo pero luego se hizo famosa la guasa y acababa con una amplia sonrisa.
A Puentedeume (Pontedeume) comencé a ir con los amigos. Se trataba de un árbitro internacional de balonmano (asturiano), un chico que conocía del “Río de la Pila” (Santander) y un vasco, Paxti, que tenía un hermano en la cárcel por asuntos políticos. Allí descubrimos un restaurante argentino con cocina porteña e italiana cuyos precios eran asequibles para nuestros bolsillos. Lo regentaba una señora argentina, de muy buen ver, tendría alrededor de cuarenta años muy bien llevados, y su hijo Héctor que había nacido en Galicia. Él me introdujo en la música gallega del momento y cuando Rejo (mi paisano del Río de la Pila) y yo intimamos con Héctor nos dejaba su moto para desplazarnos por los alrededores de Pontedeume. Su madre nos invitaba a menudo a comer y cuando les visitábamos dejaba que Héctor librara de su trabajo para acompañarnos.
Me encantaba pasear por Coruña. Ver batir las olas en Riazor, visitar los barcos pesqueros, asistir a conciertos de música celta, contemplar las balconadas acristaladas de sus blancos edificios. Cuando llegábamos íbamos directamente a un lugar muy típico y único dónde se bebían las mejores queimadas del lugar. Carlos “O barbas” lo administraba junto a su mujer, tenía un conxuro muy simpático que duraba el tiempo preciso para quemar el alcohol del recipiente. Era un personaje hosco que apenas intimaba con los clientes. He regresado a Coruña varias veces y “O barbas” ya no existe.

Tras año y medio en esas familiares y agrestes tierras me harté de ostras, recuperé mi libertad, perdí la amistad con Patxi por un comentario acerca de la política y regresé con el Soviet y Rejo a Santander, haciendo escala en casi todos los pueblos hermosos que forman parte de la cornisa cantábrica (el viaje de regreso duró casi una semana). Gratos recuerdos, especiales olores y sabores placenteros llenan ahora esta columna, intentando recuperar otros tiempos que han dejado poso en mi intrascendente historia. Y todo por culpa de ese olor a pan tostado que me ha hecho soñar por unos instantes.

6 comentarios:

Miguelo dijo...

yo con el olor de las sardinas me pongo malo

Anónimo dijo...

Luisiño:
están claras varias cosiñas:escribes bien , bonitiño más bien,
te encantaría hablar de los motivos de los arrestos ( jajaa),
eres un auténtico cernereque, espíritu de la contradicción a veces(pimientos)y generoso.

Eso sí, el conxuro era un poco heavy, lo de su simpatía es cuestión de óptica...jaja

Besiños
Graciñas por compartir

Anónimo dijo...

Espléndido olor, sí... No me extraña el arrebato de nostalgia... Un beso.

Lo de los arrestos ya nos lo contarás, que lo estás deseando :-)

Luis López dijo...

Lo siento pero no quiero ser uno de esos pesados con la p.. mili. SE ACABÓ. ;-DDDDDDDDDDDDDD

Raquel dijo...

Holor a pan tostado, a pimientos... sí, qué ricos y especiales. Tan especial lo de los olores. Y bonito toda esta entrada.
Un beso

Anónimo dijo...

El olor de las tostadas no lo soporto...sobre todo, cuando se pasa en la quemada. ¿Las panaderías? Es otro prisma pero bien aplicado. Lo que es yo, prefiero un buen olor a carne asada.

Manifestaciones de nacionalismo gallego en Santiago, ¿no? Merced a unos pimientos y el pan tostado te falta poco para entonar "Un Canto a Galicia". Saludos cordiales.

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