
He pasado cuarenta y ocho horas en Cantabria. Estoy acostumbrado a viajar, hago una media de tres mil kilómetros al mes recorriendo numerosos puntos geográficos pero cuando voy a Santander el tiempo pierde su valor real, vivo más intensamente, todo se multiplica. Mi vida habitualmente es metódica, calmada, relajada y por eso, cuando me encuentro entre mis familiares, todo llega a la ebullición, una efervescencia temporal que me produce una satisfacción inmensa. De alguna manera es volver a un pasado que cada vez se encuentra más lejano por la distancia.
No he parado ni un momento (salvo las obligadas horas destinadas a dormir) y ahora, ya todo en la normalidad que supone el regreso, reflexiono rememorando ese poco tiempo allí y lo disfruto pausadamente desde alguna dependencia de mi pensamiento.
Me ha hecho mucha ilusión volver al Complejo Deportivo de “La Albericia” acompañando a mi sobrino. Cuando lo inauguraron, hace ya algunos años, solía ir a jugar a tenis con mi hermano, disputábamos partidos de dobles mixtos con las hijas del director del recinto, Myriam Díez Aroca y su hermana. Más tarde jugué algún partido de hockey hierba, deporte que tan sólo practiqué durante un curso escolar.
Mi sobrino es jugador de fútbol alevín. (Cuando era miembro de la Asamblea General de la Federación Española de Bádminton sometíamos a votación si los niños menores de 12 años, categoría alevín, debían competir con otros niños de su edad. Por suerte siempre ganábamos los que nos oponíamos, se notaba que había mayoría de educadores). Su equipo se llama ”Los Pandas” y juegan en un terreno de medidas profesionales. El colmo. Al margen de planteamientos psicopedagógicos, formativos o como quieran llamarse, puedo asegurar que disfruté de lo lindo. Comenzó el partido con una confraternización jugadores-entrenador, mano encima de mano hasta formar una torre, al grito general de: GANAR, GANAR y GANAR. Pero sus contrarios entonaron, con la misma parafernalia, un canto guerrero más encarnizado: ¿Si perdemos?: NOS JODEMOS. ¿Si ganamos?: LO CELEBRAMOS… A los diez minutos nos ganaban por un gol a cero. Temí la goleada. Eran más altos, dominaban bien la técnica y estaban mucho mejor colocados. Yo me encontraba en la grada, era temprano y el día amaneció (al contrario que el anterior) muy frío. Prácticamente estaba llena de padres y familiares de los niños. Faltando cinco minutos “Los Pandas” empataron. Comencé a aplaudir con ganas pero mis palmas poco a poco fueron debilitándose. Era el único que aplaudía en aquella parte de la grada. La afición de “Los Pandas” se encontraba en el lado contrario. Error de cálculo. Todos me miraban con curiosidad. Durante el descanso uno de los jugadores del equipo de mi sobrino subió a la grada con una especie de “cepillo”. Estaba deslumbrado, aquello se iba pareciendo cada vez más a la celebración de una misa. Más tarde mi hermana me explicó que en otros campos de la Provincia (el del Complejo es el suyo cuando juegan en casa) cobran un euro y medio por entrada a los espectadores pero en el del Complejo, al ser municipal, la entrada es gratuita y por esa razón pasan “el cepillo”. El dinero recaudado lo utilizan para reponer material deportivo. El resultado final del encuentro fue de empate a uno.
Después de dejar a Jorge en casa fui con mi cuñado a tomar un aperitivo en el domicilio de unos amigos en una ladera de Maoño, justo encima de Puente Arce. Estuvimos en el exterior, sentados al lado de la piscina, el aire era cortante pero permanecimos charlando y viendo la panorámica del Río Pas desde lo alto. Más tarde nos acercamos a ver el lugar donde unos políticos desaprensivos proyectan construir un gran complejo de ocio, formación y entretenimiento que se denominará “La Ciudad del Cine y de las Artes”. La finca, con pequeñas lagunas acuáticas, tiene unas 130 hectáreas (habría que trasladarlo a “carros de tierra” pero he perdido la costumbre de hacerlo) que ocupó la cantera de Solvay. Según dicen los promotores de la obra (tendré que contrastarlo con lo que opinan los ecologistas) ninguno de los edificios sobrepasará la altura de la paredes de la cantera, todo quedará integrado en el paisaje y a la mayoría de las instalaciones el visitante tendrá acceso gratuito pues se tratará de grandes zonas de esparcimiento verde, en la que los caminos con suelo de madera son una de las aportaciones para que el visitante se encuentre cómodo, porque no se trata de un parque temático.
No me huele bien. Ya veremos…