viernes, 17 de julio de 2009

UN DÍA CUALQUIERA DE VERANO


Paseo por los lugares habituales de Zamora. A medida que el día va avanzando, el calor se hace más patente. En las “Tres Cruces”, me encuentro, al sol, con una profesora de matemáticas de un Instituto de Santander. Ella es de Zamora pero lleva muchos años en mi tierra. Nos saludamos, besándonos, y tras el contacto le digo: ¡qué caliente estás¡ (sólo a mí se me ocurre decir algo así). Pero, quiero pensar que en matemáticas dos y dos son cuatro, y los grados de una persona se pueden medir fácilmente. Así que ella ni se inmuta con la preguntita capciosa (que no lo es) y me responde que viene de la piscina y acaba de aparcar su coche bajo el sol. Lleva un moreno del norte. Muy distinto, por tanto, a mi bronceado levantino. Me habla del tiempo en Santander, que no coincide mucho con lo que ha ido trasladándome mi familia en conversaciones telefónicas de días pasados. Pero, cuando se habla con alguien del norte es muy subjetivo todo lo relativo al tiempo. Aquí, en Castilla, sin embargo, todos solemos estar de acuerdo. Si hace calor, hace calor para todos y si hace frío, también estaremos todos de acuerdo. En este momento, por ejemplo, el termómetro marca treinta y seis grados. Con seguridad, si pregunto a cualquier persona, estará de acuerdo en qué hace calor. En Santander, no. Todos estarán de acuerdo en qué el día está nublado; o hace sol; o llueve. Aunque, en el tema de la temperatura nadie estará de acuerdo. Dieciocho grados. No hace frío, puedes ir a pegarte un “cole” a la playa. O, hace para ponerte una chaquetuca. Nunca hay acuerdo.

Me dirijo a la “Vinacoteca”. Dentro hace una temperatura ideal. Por recomendación de la camarera tomo un “Flor de Saúco “. Se trata de un vino de Toro espumoso. La novedad estriba en que se trata de un crianza tinto. Está divino (hay que tomarlo muy frío). A mi regreso a Soria he de parar en la bodega para hacerme con una caja. Me parece delicioso para el verano. Todo un descubrimiento. Comentaba a la camarera que ya había tomado un espumoso tinto. Se trataba de un vino portugués que no me había gustado. Ella me dijo que, probablemente, la diferencia estaba en la calidad del vino. El de Toro es un crianza de mucha calidad.

Después de comer me he echado la siesta. Algo que sólo ocurre en verano, en días de vacaciones. Con el calor es lo único que apetece a esa hora. Luego he leído algún capitulo del último libro de Agustín Fernández Mallo, “Nocilla Experience”. Se trata de un caleidoscopio ficcional, donde cabe todo menos el sopor, incluso las enseñanzas de un código samurái, sin olvidar las andanzas de un elenco de protagonistas con rarezas de primera magnitud que no son más que la expresión de su radical soledad. Toda una experiencia literaria.

Ya con menos calor me dirijo al Casino, situado en la céntrica calle Santa Clara. Una vez allí,
me dispongo a realizar una cata de un vino de Toro que está adquiriendo gran notoriedad. Se llama Valbusenda. Hablaré sobre ello en mi próxima entrada.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Uf, cuánta indefinición "meteorológica " la de los cantabrucos.. :))

Alguna ventaja tiene vivir en Navarra..ves tú?

Y el vinuco nuevo, qué tal?
Calentuco?

:))

besucos, anda :)

Only dijo...

Si quieres no publiques el anterior, :)

sí, sí, casi mejor que no


o sí ?

ay, estoy indefinida :)


No publiques esto, por fa, es que se me están ocurriendo mil tonterías, una detrás de otra

Anónimo dijo...

y seguir paso a paso, en paz y viviendo todo

Marino Baler dijo...

"¡Qué caliente estás¡" jeje, esa es una de esas frases que te salen sin pensar pero una vez dichas piensas, tierra trágame, y a tu interlocutor con ojos como platos... a mí me ha pasado.

Saludos.

Rufi García Nadal dijo...

Bueno Luis al final me habeis enganchado y me he hecho blogesera, por fa, visita mi blog.
Besitos

Anónimo dijo...

O sea...entiendo que no lo quisiste decir con esa intención, pero más de alguien lo hubiese entendido con cierto contenido erótico, jajaja.

Saludos afectuosos, de corazón.

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