martes, 23 de marzo de 2010

FINGERS FOOD BAR


Estaba absorto en la música que sonaba en el interior de mi coche. Se trataba de una cantante neozelandesa llamada Gin Wigmore . Me estaba gustando, es una mezcla entre Amy Whinhouse y Duffi, pero resultó que en ese momento atravesaba varios de los túneles que unen Los Corrales de Buelna con Reinosa y las ondas hertzianas no llegaban al aparato nítidamente. Regresaba de pasar tres intensos días en Santander divisando, cuando me lo permitían los túneles, verdes prados cubiertos de una niebla intensa. El sábado anterior, me encontré con la primavera recién nacida oteando el Cantábrico desde un alto acantilado mientras los pescadores recogían sus aperos, violentados por una intensa lluvia nada inesperada. Hice algunas fotos pertrechado bajo un paraguas y, también, regresé empapado a reunirme con los míos.

El periódico informaba que Cantabria registraba una ocupación hotelera de más del noventa por cien y, en efecto, el Paseo de Pereda y las calles adyacentes no engañaban. El domingo por la noche, disfrute de los bares con sus barras repletas de pinchos y con mucha menos concurrencia que en días anteriores. En Casa Lita, frente al Club Marítimo, en una pizarra, estaba escrito que se podían comer los pinchos con la mano. También traducido de manera muy personal al inglés: “Fingers food bar”. Comentamos que, con toda seguridad, los turistas extranjeros preguntarían cómo se comían los pinchos y, los camareros, cansados de dar explicaciones lo habían escrito en un cartel a la vista de todos. Pude comprobar también que los grandes portalones del Paseo siguen manteniendo los mismos carteles de tiempos inmemorables: “En caso de viento sur acceder al edificio por la calle Hernán Cortés”. Precisamente, el viernes y el sábado, el viento sur fue el culpable del calor reinante en la ciudad. Cuando sucede ese fenómeno atmosférico, muchos nativos sufren sus circunstancias : dolores de cabeza, estrés, irritación, produciendo cambios de humor sustanciales. Pero como se trata de algo previsible, la situación suele estar bajo control. Sin embargo, uno de esos vagabundos de los que siempre han errado por la ciudad, de barba poblada y cuerpo orondo, gesticulaba y vociferaba asustando a los peatones que tropezaban con él. Y, aunque no era, a simple vista, agresivo, preferimos cambiarnos de acera cuando lo veíamos de lejos. Repetimos el cambio de acera en tres ocasiones, parecía que el tipo iba persiguiéndonos.
Otro de esos cartelitos que siempre me llaman la atención se encuentra en Adarzo, en un bar que suelo frecuentar, Casa Sampedro. En la puerta de entrada cuelga el siguiente escrito: “Para favorecer la siesta de nuestros clientes, cerramos de 16 a 18 horas”.



Cuando regresó de Santander, una amiga con raíces cántabras siempre me pregunta si he comido rabas o alguna otra cosuca. Esta vez le responderé que estuve en La Conchita, un antiguo bar de toda la vida que se encontraba en Peña Herbosa y desde hace unos años ocupa el bajo de un edificio muy alto con vistas al Sardinero y a la vaguada de Las Llamas, justo encima de las facultades universitarias. Lo típico (al igual que en la antigua Conchita) son los mejillones y las colas de langostino al ajillo. Comí justamente eso y una racionzuca de rabas. ¡Qué le vamos a hacer! Servirá para aguantar el tirón hasta la próxima visita.



Recién llegado del norte les deseo ¡feliz primavera!

4 comentarios:

Mariluz Arregui dijo...

Te perdono la envidia que me has dado con el asunto gastronómico , por tu buena crónica :).

De dónde has sacado esta foto???? Me apasiona, es fant´stica.Perfecta.

By the way, Casa Sampedro era un antiguo ultramarinos ? Si son famosas sus croquetas, lo conozco! :) Si es el mismo, me encantó.
Bueno, chavaluco, a ver si un día te estiras e invitas a rabas, que ya te vale... ehhh??

Besos

one more dijo...

Si algo se puede añorar, es el viento y el olor de las costas cántabras, esa brumilla de las mañanas, ese paso lento, ayyyy. Ayyyy, ayyyy. Qué bonita es Cantabria. Alguien tengo allí, esperando pero no olvidado. ¡Y otros ni olvidados ni esperándome!

Me encanta que otros lo saboreen. Has descrito cosas que son la calle, el comentario, muy cantabria.

Marino Baler dijo...

El regreso al hogar siempre es algo que da un aliento de paz y tranquilidad en uno. Esas cosas que eran habituales, nos parecen descubrimientos maravillosos al hacerlos de tarde en tarde.

Un saludo.

Fernando García Pañeda dijo...

Feliz primavera.
La imagen es increíble, por cierto.

¿QUIÉN PERTURBA LA PAZ DE ESTE CONVENTO?

FOTOGRAFÍAS DE "ABC" El obispo Ribeiro ya está en Belorado. Así se aprecia en una serie de fotografías (que parecen de otro tiempo...