martes, 9 de marzo de 2010

"Sonnerie de Sainte Geneviève du Mont de Paris"





Había viajado a Murcia para competir en el Campeonato de España de Bádminton. Los representantes de Castilla y León éramos mi compañero de dobles Andrés y yo. Una vez en Murcia, yo me quedé a dormir en casa de unos amigos y Andrés continúo hasta Lorca donde vivía su familia. Esa noche habíamos quedado con la selección de Cantabria, mi cuñado y unos amigos, para cenar en un restaurante típico de la ciudad, se llamaba Rincón de Pepe. Cuando acabamos de cenar fuimos a tomar un café a las afueras, a un lugar de moda que estaba en la huerta. Creo que se llamaba El Jardín. El local estaba situado en una casita baja y tenía un jardín enorme. La música, clásica siempre, se escuchaba en todos los lados. En el interior, todas las habitaciones tenían grandes centros de flores frescas y velas. El dueño, conocido de los amigos dónde me alojaba, nos dijo que se gastaba diariamente una cantidad económica extraordinaria en flores. El jardín estaba ocupado por mesas, sillas, estanques, esculturas de cuerpos desnudos y muchas velas y flores. Después de un viaje de más de ochocientos kilómetros allí se estaba en la gloria. El problema era que al día siguiente competíamos casi todos los que nos encontrábamos en “El jardín”. Por suerte mi primer partido individual era contra un jugador de menor nivel técnico que yo y, además, estaba programado a las doce del mediodía. Al disponernos a arrancar los coches y después de despedirnos del dueño del local, prometiéndole que volveríamos (así lo hice meses más tarde), uno de los vehículos de mis amigos de Santander no arrancaba. Eran las dos de la madrugada cuando avisaron al seguro. Les dijeron que en media hora vendría a rescatarlos una grúa. A los pocos minutos, una música barroca se escuchó a gran volumen. En ese momento se encendieron todas las luces del aparcamiento y aparecieron dos camareros con dos botellas de Cava y varias copas. Por detrás venía el dueño diciéndonos: -Sentaros y disfrutad de la noche mientras se soluciona el problema. Le hicimos caso y seguimos charlando hasta que pudimos irnos de allí. La música, especial para la ocasión, se trataba del tema favorito del dueño, no era otro que "Sonnerie de Sainte Geneviève du Mont de Paris". No lo olvidaré jamás.
Al día siguiente fui eliminado en la modalidad de dobles, formando pareja con Andrés, y clasificado para octavos de final en individual. Fue la segunda mejor clasificación de mi carrera deportiva. Años más tarde, Ándres y yo, tambien en dobles, en Segovia, pudimos desquitarnos de aquella eliminación consiguiendo la medalla de bronce nacional. Antes de la semifinal, tumbado en el hotel, escuché de nuevo "Sonnerie de Sainte Geneviève du Mont de Paris". Sabía que me daría suerte y así fue.

6 comentarios:

Mariluz Arregui dijo...

Genial anécdota.. y promesa cumplida, biennn :)

Unknown dijo...

Luis que recuerdos me trae lo que has escrito.Me casé y me fui a Cantabria,de alli son mis dos hijos y alli pasé los mejores años de mi juventud.El norte es extraordinario (al igual que el sur,yo soy de Cordoba).Me encantaría estar en ese bello jardin que describes y volver aunque fuera una semana a Santander.Creo que este verano me lo plantearé.Besos.

La Rata Paleolítica dijo...

Magnífico Luis, me encanta tu melodía de la suerte.

Jesús.

RITMO RANCIO dijo...

Simpática anécdota, magnífica música y un lugar que ya desapareció lamentablemente, (un santuario barroco en la huerta murciana).

Un abrazo

Anónimo dijo...

Esa actitud es la que diferencia y distingue a los pueblos pequeños en habitantes y recursos pero grandes en el corazón de sus habitantes. Saludos afectuosos, de corazón.

Anónimo dijo...

Es curioso: en un escrito que estoy pendiente de publicar, una Improvisation sur les Folies d'Espange es el afortunado detonante de una relación muy especial.
Y enhorabuena por ese (aquel) bronce.
Un saludo.

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“¡No hay naciones!, solo hay humanidad. Y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad".   Isaac ...