lunes, 15 de marzo de 2010

ESAS PEQUEÑAS COSAS


La semana anterior había sido agotadora en todos los sentidos, sobre todo en el aspecto físico. Realicé más ejercicio del habitual y me pasó factura, algunos de mis músculos no estaban familiarizados con las nuevas tablas realizadas. Deseaba que llegara el fin de semana para descansar, incluso en algún intercambio de correo electrónico anoté que no iba a hacer “rien de rien”, así de chulo, en francés. Sin embargo es imposible hacer “nada de nada” o no hacer nada, vaya. Descansar ya es hacer algo; respirar; pensar; comer; ducharse…Pero hice algo más, claro. Leí algunas páginas del último libro, a base de relatos cortos, de Molina Foix, las últimas y deseadas columnas de Manuel Vicent, “Para vivir”; Julio Llamazares, “Zarazos de mayo”; Carlos Boyero, “Vacilona”; Juan José Millás, “Un currículo estremecedor”, basado en una foto del ex presidente Aznar con el dedo índice levantado hacía el cielo, gesto dirigido a unos estudiantes de la Universidad de Oviedo que le gritaron “asesino” y “fascista”; Javier Marías, “Esa cara me suena”: Ray Loriga, “Código binario”; Almudena Grandes, “La seguridad y el amor”, basada en hechos reales sobre las medidas de seguridad en los aeropuertos a la hora de embarcar; así como “Una bandera rota y embarrada” de Isabel Allende que trataba de los tristes acontecimientos de Chile y “Otra cenicienta” de Elvira Lindo. Ví, en mi ordenador, dos películas europeas exquisitas: “El árbol de los zuecos”, italiana, basada en las costumbres agrícolas de los pueblos de principios del siglo pasado y “Amants règuliers”, francesa, de la que ya comenté algo en el blog. Cada una de ellas tiene una duración cercana a las tres horas, por eso decidí tomarme todo el tiempo posible sin ningún tipo de cortapisas. No puede ser de otra manera. También, durante las primeras horas de la tarde del domingo pude ver en televisión el carrerón de Fernando Alonso.

Quiero reseñar que no salí de casa desde que entré por última vez, el viernes a las diez y media de la noche, hasta el lunes poco antes de las ocho de la mañana. Habrá lectores a los que les parecerá terrible recluirse de esa manera. Conozco a muchas personas que no resistirían estar tanto tiempo “encerrados”, lo comprendo; sin embargo, en mi caso, es una necesidad y no vean cómo lo disfruto. Despertarme sin presiones de ningún tipo, bañarme relajadamente con la bañera repleta de espuma y sales marinas, echarme la siesta después de comer, disfrutar de la cocina…
Un fin de semana así, tan relajado, sólo puedo disfrutarlo de vez en cuando, ahora ya estoy pensando en los siguientes que serán moviditos. Aprovechando la festividad de San José, visitaré a mis familiares, así que recibiré la primavera en Santander. El siguiente viernes, día 23, tendré una semana de vacaciones, por eso “he recargado las pilas” para ir sobrellevando las dos semanas laborales que me quedan por delante.
Sin embargo, ha ocurrido algo curioso. Haciendo limpieza a fondo de mi apartamento, pasé demasiado tiempo en la terraza exterior y con este fastidioso frío que nos acompaña me he resfriado. Escribo con un pañuelo en la mano. Donde menos lo esperas ocurre un inesperado percance. C´est la vie.

5 comentarios:

Mariluz Arregui dijo...

Atchíiis??

Jesuús !!!

:)

La Rata Paleolítica dijo...

Siiii, dime sisi.

Luis, un finde de los que yo llamo mantudos, que bien sientan de vez en cuando.
Saludos y cuídate.

Jesús.

Unknown dijo...

Ese percance es solamente pasajero.Espero te lo pases bien en Santander cuna de mis dos hijos y una ciudad extraordianaria llena de personas buenas y con clase,exterior e interior.Besos.

Mariluz Arregui dijo...

Jesús, María y José,!

Jesús...:)))

Sisi


-con permiso, Luis, esto se ha convertido en una tertulia-

Fernando García Pañeda dijo...

Me encantaría, a veces, estar encerrado durante días.
Me encanta Santander, que puedo visitar con frecuencia.

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