
Es de noche. En la calle, repentinamente, soportamos treinta y tantos grados. Un hombre, con pinta de colgado, aparece constantemente pidiendo dinero. Visitamos los bares de siempre, atiborrándonos, nunca mejor dicho, de exquisitas tapas y mejores caldos. Los vinos, en algunos sitios, los sirven calientes. Me paso a la cerveza, escrupulosamente fría. Leo en un cartel información sobre actuaciones de flamenco en el Teatro Principal. Curiosamente, creo que he escrito anteriormente sobre ello, Zamora siempre ha sido una ciudad volcada a ese arte marcadamente andaluz. Se trata del II Festival Flamenco de Castilla y León. Para mañana está programada, nada más y nada menos, que Aurora Vargas Vargas. Cultura romaní, expresión racial del flamenco gitano. De ella, con buen criterio, dice Gamboa: “…arrebata al público con su tensión festera, el buen metal de su voz, la entrega emocional y los incomparables desplantes de su baile”. Intentaré, muy difícil, conseguir entrada. Regresando a casa (Zamora siempre será una de mis casas) me siento fatigado. Esa fatiga que es amasijo de esforzado trabajo, ávida conducción para llegar al destino, calor sofocante y traicionero vino de Toro. Ya en casa, en la intimidad sosegada que produce un sillón que perteneció a un personaje al qué siempre adoré y adoraré - y que ahora usurpo-, como un yogur postrero contemplando fotografías de tiempos anteriores. Pongo la tele y aparece Ángel Cristo, demacrado, enfermo, apelmazado. Me quedo un rato contemplando miserias y opto, a los pocos minutos, por acostarme. Duermo sin piedad y amanezco en una de mis ciudades favoritas, disfrutando de sus gentes, de conversaciones pueriles, de ratos reservados para los buenos momentos. Y, claro, me encuentro feliz y quiero manifestarlo desde este humilde espacio que, tan sólo, pretende contar historias insignificantes, historias que pasan una vez y no puedo perdérmelas. Historias de lo cotidiano, de lo importante –o no-, de la vida misma.
2 comentarios:
¡¡Excelente!! Una pequeña muestra de que se puede ser feliz con muy poco, sin grandes cosas superficiales.
Gracias por compartir tu felicidad con nosotros y que sea duradera.
Un saludo.
Y acá, que con suerte estamos soportando cinco grados en las noches...pero no lo cambio por nada.
De noche pasan muchas cosas y se agudizan los sentidos queriendo disfrutar lo más posible...puede que algunas escenas se repitan, pero nunca serán las mismas.
Saludos afectuosos, de corazón.
Publicar un comentario