martes, 17 de abril de 2007
TINTÍN Y MILÚ
“El secreto de la felicidad es tener gustos sencillos y una mente compleja, el problema es que a menudo la mente es sencilla y los gustos son complejos”.
Fernando Savater, filósofo español.
Tengo dos caprichos confesables, pequeños detalles sin importancia que me gustaría que alguien me regalara, el problema es que son caros. Cuando llega mi cumpleaños nadie se echa mano de la cartera, los que se acuerdan de mi en esos días son mi verdadero regalo, no hace falta que me vengan con libros, bolas redondas perfumadas con algas, que se deshacen con el contacto con el agua, detalles decorativos… tan sólo quiero un par de cosas. En una revista he visto una foto de Fernando Savater con uno de mis caprichos: Tintín y Milú en cartón piedra (Savater cuenta que "le debo a Tintín un regalo maravilloso: con sus álbumes aprendí a leer en francés)”, qué envidia me ha dado, pero claro, él es un filósofo de renombre y yo no soy nada, acaba de escribir un nuevo libro “La vida eterna” y yo lo único que escribo son pequeños “post” que no interesan a nadie. Tintín y Milú tienen como destino vivir con personas ricas, acomodadas, es posible que conmigo les pasara como a “la menina” que tengo de cartón piedra, se le ha abierto la cabeza, posiblemente debido a los contrastes de frío y calor. El caso es que sé donde venden estas piezas que forman parte de mi infancia, el sitio se llama “Aperos y viandas”, es una tienda de productos de la tierra en la parte antigua de Zamora, venden vino, queso, muchos muñecos de cartón piedra, cerámica de Pereruela (Sayago) y Moveros (Aliste), capuchones de todas las cofradías. Hace años tenía un rótulo en la puerta de entrada que decía: “cuidado con el perro”, y el perro no era otro que un muñeco de Milú. Ahora ya lo han quitado, pero siempre que paso por allí, me encanta contemplar de cerca a mis amigos (los hay a cientos y de todos los tamaños), pregunto por el perro y por el rótulo. Me hacía una gracia tremenda.
Mi otro capricho confesable es un barco. No se echen las manos a la cabeza, qué más quisiera yo que tener un barco, se trata de una réplica en pequeño de un barco pesquero, pero no me sirve cualquiera, ¡ya lo han intentado!, tiene que ser un barco de Santander, con su matricula y todo, con parte del casco azul o colorado. Es difícil encontrarlos, pero yo sé de una persona que los confecciona manualmente en El Astillero, el más barato puede costar setecientos u ochocientos euros. Suelo parar en una marisquería de La Albericia en donde tienen uno expuesto, igualito a ese es el que quiero. Cuando voy a comprar nécoras y centollos, antes de elegirlos personalmente, le digo al vendedor que por favor me enseñe el pesquero. Cambiaría ese barco por cientos de centollos, maseras y cigalas.
Estos caprichos son manualidades, artesanía, hay que dedicar muchas horas de oficio, por eso son caros. Tal vez algún día quiera darme el gusto y llevármelos para casa, el problema es que tendré que buscar otros caprichos para sustituirlos,que sean así de sencillos, y será bastante difícil, como dice Savater los gustos suelen ser complejos.
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2 comentarios:
Jajajaja, me ha encantado la cita de apertura. Me lo apunto para cuando empiece a ingresar... Pero sí, lo que más ilusión hace a veces es de lo más sencillo. Algunos de mis regalos favoritos son un libro de segunda mano con una preciosa e itrigante dedicatoria de un desconocido a otro, un "güevo" pinto d Pola de Siero -con un rudimentario poemilla detrás-, un pikatxu diminuto o una tortuga de jabón... ¡pero también quiero un barco! -un velero pequeño de madera, rústico y antiguo, a poder ser-
Gracias por tu comentario. Investigaré sobre lo que es un "güevo" pinto y un pikatxu diminuto e intentaré regalártelo en tu próximo cumple. Con esos regalos da gusto.
Besos.
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