lunes, 28 de julio de 2008

FADOS


En uno de mis primeros viajes a Lisboa quedé enamorado del “fado”, música y letra creada con el alma y el corazón expresando los malos momentos de la vida, frustración y fatalismo, a través del canto. Iba acompañado y una tarde decidimos subir caminando a la Alfama, una abigarrada confusión de calles. Creo que era lunes y todos los lugares de fado para turistas estaban cerrados. Como era la hora de cenar decidimos entrar a uno de los pocos restaurantes abiertos. Estábamos solos en un comedor muy íntimo. En los postres, el dueño se acercó a nuestra mesa, nos preguntó de qué parte éramos de España… y le invitamos a sentarse con nosotros. Él había trabajado en Andalucía y por sus explicaciones revelamos que le gustaba nuestro país. Nos invitó a café y a un espumoso. Le indicamos que nuestra intención esa noche era ver a algún cantante de fado y que estábamos enrabietados ya que nos íbamos al día siguiente. Ese no es problema, nos dijo. Ahora mismo llamo a mi hija que es cantante de fados y os amenizará la velada. Por favor, no se moleste, con seguridad regresaremos pronto a Lisboa, le respondí. Al momento desapareció y a los quince minutos su hija se presentó en el restaurante. Educadamente nos presentamos y comenzó a cantar para nosotros durante una hora. Al finalizar quisimos obsequiarle con algún dinero pero no lo aceptó. Intercambiamos direcciones y nos despedimos. Fue mi primer contacto con la música portuguesa y nunca lo olvidaré. Desde entonces siempre que coincido con alguna actuación fadista no falto.

La noche del sábado, dentro de un concierto denominado “El Duero con arte” (I encuentro hispano-luso), organizado por la Junta de Castilla y León en el aparcamiento del campo de fútbol “Ruta de la Plata”, actuó la cantante lisboeta de fados Mafalda Arnauth. En la actualidad una de las referencias de la música portuguesa. Tocó varios temas de su discografía, así como los de su último disco, “Diário”, producido en el 2005. Tan sólo fueron 45 minutos cargados de magia pero, como siempre que escucho fado, me trasladaron, inevitablemente, a las esencias del país vecino, mi querido Portugal.
Cuando uno viene de Benicassim inevitablemente compara y siempre encuentra pegas en otros conciertos. Mafalda, muy diplomática, se extrañó de cantar con un sol de las ocho de la tarde que molestaba a los asistentes justo a espaldas de la artista. El fado, dijo, está ligado a la noche. Después pregunto al “respetable” si también percibía olor a “petróleo”. A escasos metros del escenario había un aparcamiento de camiones.
Posteriormente, durante otros escasos 45 minutos, el cantaor jerezano José Mercé hizo vibrar con su grave voz y su arte flamenco a las cerca de siete mil personas que abarrotaban el aparcamiento. Finalizó el encuentro con la actuación de Manolo García, la mayoría de los espectadores se había desplazado hasta el “Ruta” para ver al ex líder de “El Último de la Fila”. Sólo pude quedarme a la primera canción, el arte ofrecido por Mafalda y Mercé no podía quedar eclipsado por un cantante al que ya se le ha pasado el arroz. Así que me fui con viento fresco (es un decir, la temperatura a las doce la noche era cercana a los treinta grados).

Hoy, leyendo La Opinión de Zamora, algunos asistentes se quejan de lo cutre que supone celebrar un festival de esas características en un aparcamiento, teniendo al lado un estadio de fútbol moderno y funcional. Tanto en los carteles como las entradas figuraba que se celebraría en el campo de fútbol. Hablé con uno de los organizadores, de Valladolid, y me dijo que el tema era culpa del Ayuntamiento de Zamora. Pensé ¡jodidos futboleros!

4 comentarios:

Javier dijo...

Todavía recuerdo el sentimiento del que nos impregnó aquella cantate de fado en Oporto, recientemente he vuelto a oírlo muy lejos, los portugueses aprovechan cualquier ocasión para mostrar sus sentimientos. Nosotros cantamos por el puente de Aranda....

Un abrazo

Anónimo dijo...

Sé que alguna vez escuché un "fado"...pero no recuerdo los detalles precisos de ese momento; lo que sí, me quedó la sensación del desahogo.

Buen detalle del dueño de aquel restaurante...de hecho, son comportamientos así los que hacen a los turistas volver a los mismos lugares porque, aunque sean los mismos parajes, vivirlos más de una vez vale la pena y, también, rememorarlos mediante las melodías.

Saludos afectuosos, de corazón.

Anónimo dijo...

La primera y única vez que estuve en Lisboa ...la que cantaba era yo, y no fados. En el Coliseo dos Recreios, un 25 do abril y cantando a Beethoven.

Un pequeño detalle que olvidaba; lo hacía con 120 personas más..:)
Y no pude escuhar fados en vivo, pero luego me resarcí.También me encantan, pero sólo los muy elegidos.

Bellos recuerdos, los de la ciudad blanca.
Obrigada.

Hache dijo...

No he escuchado muchos fados, pero soy de las que disfruta de la música que llega, y está claro que los fados lo hacen. De esa música que te hace cerrar los ojos para disfrutarla, que te hace viajar .. en tu caso a Lisboa.

Menuda mezcla: Mercé ... lo he visto una vez en directo y me impresionó muy gratamente.

A Manolo Garcia yo lo vi el viernes pasado, en la Lonja del Monasterio de El Escorial, un lugar único para dar un concierto, pero que ni con esas consiguió que hiciera un buen concierto. Jeje, alguno de los que fuimos comentó que está "mayor" ... por lo menos pasé un rato agradable con amigos y música de fondo.

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