martes, 14 de abril de 2020

DIARIO DEL CORONAVIRUS. 27



Hablaba en mi anterior publicación sobre los niños y su obligado retiro casero. Cuando yo tenía nueve o diez años, por decisión propia, hice algo que ahora, por desgracia, está tan de moda, confinarme. Ese confinamiento en casa duró cerca de un año, lo que una larga enfermedad mantuvo en cama a mi querido hermano. Tan solo salía de casa para ir al colegio y los fines de semana y las vacaciones permanecía inalterable acompañando a mi hermano en su duro, y aburrido, discurrir diario. Eran otros tiempos, sin teléfono, ni internet, ni nada parecido. Pasábamos el tiempo en un largo pasillo de la calle Madrid, en Santander, jugando con chapas de botellas donde incrustábamos la foto de cromos de ciclistas o futbolistas, y montábamos etapas de la Vuelta a España o campos de fútbol, desarrollando nuestra increíble imaginación. Recuerdo que mis familiares, durante aquel verano, me insistían en acompañarlos a la playa, pero yo siempre prefería quedarme en ese confinamiento elegido e imprescindible para mí. No me arrepentiré nunca y, hoy en día, no tendría ningún problema en volver a hacerlo. El amor, siempre, está por encima de cualquier otra cosa. Ahora son otros tiempos, nos hemos vuelto raros y un poco más viejos, pero siguen uniéndonos fuertes raíces que, además de la sangre que nos hace parientes, la lealtad nos convierte en familia, o eso me gustaría pensar.

No hay comentarios:

LA VIDA PASA

“¡No hay naciones!, solo hay humanidad. Y si no llegamos a entender eso pronto, no habrá naciones, porque no habrá humanidad".   Isaac ...