La esencia de la vida suele resumirse en pocas palabras. Algunos epitafios así lo indican y, casi siempre, definen o tratan de definir, escrupulosamente, la realidad vital en un sentido metafórico de lo que ya no es. Lo que ya no está existe y, por ese motivo, sigue vivo. Alegorías del existir. La vida y la muerte. Estoy, en este momento, disfrutando de un instante terrenal, tangible y concreto; alejado de sensaciones poco vitales. Contemplo el mar, sensación irrenunciable de tranquilidad, desde unos cristales recién maquillados para una ocasión tan placentera y, además, por arte de magia, ha descendido, desde el oscuro decorado que marca el cielo, una estrella fugaz. Ha sido ocasional, certera, impredecible y ha logrado poseerme de esa sustancia irreverente que produce un encantamiento espiritual. Han sido décimas de segundo y su halo misterioso ha conseguido emocionarme. Cuando esto sucede, hay que pedir un deseo. No lo he pensado mucho (no se debe, perdería eficacia). Así