Cuando estudiaba en Valladolid, un día me dio por intentar ir al Rally de Portugal. Ya saben, los estudiantes de pelo largo y sus anhelos de conocer mundo (finales de los 70). Como no tenía dinero decidí irme a dedo. Mi objetivo: Oporto. Mi tío Toño había sido, en sus ratos libres, mecánico de algunos equipos de rallyes en Cantabria, todos ellos muy humildes, y a veces, solía acompañarle a competiciones próximas a Santander. De alguna manera fue el responsable de "meterme" el veneno de la velocidad. Supongo que tendría en aquellos momentos "saudade" de ver competición en el mundo del motor, y decidí volver a oler esos aromas de carburante quemado tan especiales. No recuerdo bien los trayectos que realicé pero retengo que hice muchos kilómetros andando por tierras de Sayago. No pasaba por allí, con destino a Miranda do Douro, ni un puñetero coche. Eso sí, el paisaje me sorprendió gratamente por sus abundantes bosques de robles, alcornoques y encinas.