“Cuando el pueblo se rebela no sabemos cómo podrá volver a la calma, y cuando está tranquilo no comprendemos cómo pueden sobrevenir las revoluciones”. (La Bruyère) Hace varios meses, en otoño del 2005, hubo una revuelta importante en los barrios periféricos de Paris, habitados casi exclusivamente por inmigrantes. Durante casi un mes se produjeron graves enfrentamientos con la policía, destrozando mobiliario urbano y quemando numerosos vehículos estacionados en la calle. Esa revuelta se trasladó a otros barrios de diversas ciudades francesas, igualmente habitadas por extranjeros, en su mayoría árabes (argelinos y marroquíes) y subsaharianos. La principal reivindicación era vivir en mejores condiciones. Casi un cuarenta y cinco por ciento de este colectivo está en paro, muchos de ellos han nacido en Francia, tercera generación, pero para nada se consideran franceses. El problema es que cuando vuelven a sus países originarios, casi siempre de visita por vacaciones familiares (si tienen su