Es la cuarta vez consecutiva en lo que va de semana. Sophie es constante. Permanece a mi lado y no parece sofocada. A mi me ocurre lo contrario. Tal vez sea nuestra diferencia de edad. Sophie es, aproximadamente, veinte años menor que yo y eso se nota. Durante la duración del, llamémosle, recorrido activo, prácticamente ni nos miramos. Tan sólo, de vez en cuando, intercambiamos una mirada de soslayo. En ese recorrido físico, ambos solemos mirar hacia delante y no intercambiamos palabra alguna. Solamente al despedirnos. Ella siempre es la primera en irse. Entonces seca su cara con una toalla y se abriga con alguna prenda para no quedarse fría. Cuando la pierdo de vista me centro totalmente en lo que estoy haciendo. Al cabo de unos minutos yo también desciendo de la cinta de correr, me seco y hago algún estiramiento mientras contemplo las dos máquinas solitarias. La próxima semana, con toda probabilidad, volveré a coincidir con Sophie y será, de nuevo, mi compañera de carrera.